Enamorarse... Y floreció el amor...






Y así ocurrió. Ocurrió un día, una tarde, un instante. La mirada de Gerard encontró el camino de su corazón y al ver a Dora supo que aquella mujer empezaba a ocupar un lugar importante en los recónditos y misteriosos albergues donde los amores nacen y se deshacen. Quizás fue una sonrisa o puede que fuera un sensual movimiento, quizás fue una palabra más o a lo mejor un invitante silencio, la cuestión es que en aquella arenosa playa tan ricamente bañada con frases y gestos hermosos comenzó súbita y extrañamente a brotar el amor. Y fue así, de golpe,en un pasar de un momento, en un saltar de un segundo.
Floreció el amor y en un riego de expectantes encuentros que el destino procuró fue embelleciendo su flor y enriqueciendo su néctar hasta límites que pocos hombres han podido ni siquiera sospechar. Y en un pasar del tiempo se construyo un sueño sublime, una preciosa ilusión que Gerard describió y nos invita a leer en este libro que recogerá sus cartas nunca entregadas y un diario donde con sus letras intentó dibujar aquello que durante muchos meses decoró con excelsos sentimientos y gloriosas sensaciones su corazón. Fue un amor extraño pero no por su rareza. Fue un amor diferente por lo poco común de su desarrollo y por la prohibición de un encuentro que facultara el roce declarado de almas y cuerpos. Fue un vuelo proscrito entre las algodonadas nubes donde los sueños se atreven a mostrar lo que nos está vedado. Fue un vuelo que halló su horizonte en las caprichosas manos de un destino poco honesto y que nunca pudo aterrizar, pero que dibujó una ruta tan increíblemente asoleada por la perfecta luz de la ilusión que quedará para siempre enmarcada como un artístico patrón a seguir por aquellos que en el aprender a amar quieran conjugar su vivir. Fue un canto a la prosa que en la lindura de las palabras sabe poetizar los sentimientos. Fue un canto a aquella esperanza que decide aventurarse en una imposible huida hacia los utópicos valles donde las eternas pasiones arraigan sus raíces. Fue un llanto por los tiempos perdidos en resignados e insuficientes quereres. Fue un llanto por los corazones desposeídos de sus mágicos latidos, aquellos que nutren de plasma a nuestros sentidos, aquellos que bombean nuestra mirada con la dulzura del cariño, aquellos que saben regalar la más preciada vida, la que vive para amar y muere por ser querida. Fue una muy linda esperanza que quiso edificar un paraíso de amor en un mundo donde poder amar resulta cada día más complejo. Fue una baldía esperanza pero en su desarrollo colmó de alegría a un corazón solitario, a un corazón que tuvo la inaudita suerte de conocer la gloria en el filo de un imposible sentimiento. Fue un triste preludio para una muerte anunciada, el fallecimiento de un vivir inmerso en aquellas mentiras que en la intersección entre proyectos y comodidades quieren sostener la existencia de las personas. Fue un afortunado preludio para un renacer de la armónica paz que preside la mesa donde las limpias conciencias y las ilusionadas almas comienzan a diseñar un futuro mejor. Fue aquel todo que en la nada sucumbe. Fue aquel silencio que en un suspiro esconde su mensaje. Fue aquel pasaje hacia la eternidad que casi todos acabamos perdiendo. Fue un armónico canto al valor de la ilusión.
Fue... Fue, es y será el amor la más clara seña con que los espíritus soñadores guarnecen sus ganas de vivir. Tristes y cojos andarán aquellos que salden su existencia con los presuntos amores que perfilan su luz con acomodados egoísmos. Felices, quizás, pero incompletos morirán aquellos que en su viaje por el querer no encuentren nunca aquella extraordinaria magia que Gerard halló en su sorprendente epopeya.



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