Del desamor al amor: Cajón de frases, citas, pensamientos y reflexiones (2)



La felicidad de cada uno suele acurrucarse no solo allá donde deposita sus creencias, sino que también opta demasiado a menudo por agazaparse tras los muros que impiden la visión de aquellos lugares donde las utópicas ilusiones eliminan su discapacidad.

Los enamoramientos podrían perfectamente pasar como una de las más comunes causas de la chifladura pasajera: todo tu mundo parece desaparecer y en tu cosmos es inevitable la percepción de un único astro, aquel que adquiere la forma de tu amada y que, tomando su nombre, te ilumina y deslumbra anulando cualquier otra visión. El corazón manda y los sentidos se asombran al ver como se erigen en operadores de todos y cada uno de los pensamientos que traspasan nuestro cerebro sin dar opción a ninguna lógica ni a ningún juicio. La sangre parece fluir más deprisa, quizás porque el órgano que debe bombearla se aviva en el deseo de ver compartida su pasión, y todo nuestro cuerpo se prepara para la anhelada cita que nuestra ánima debe tratar de concertar. Se podría decir que es entonces cuando un hombre alcanza el punto álgido de su inquietud, pero al mismo tiempo nadie negaría que el enamorarse conlleva una paz interior, la que surge siempre en el prólogo y en los primeros actos de los supremos sueños alcanzados, difícil de igualar. La tensión de los cuerpos, así, suele propiciar de forma incomprensible el sosiego de las almas, produciéndose un mágico meneo que invita a todo nuestro existir a bailar una música celestial que combina dulces y tiernas notas con rítmicos y movidos compases.

Quisiera nacer de nuevo. Quisiera volver a empezar. Quisiera escucharte y escucharte y hablarte y hablarte hasta que nuestras almas se aproximaran tanto en el conocimiento que no pudieran ya vivir más separadas. Quisiera amarte y besarte hasta que mi piel adoptara toda tu esencia. Quisiera pasarme tres vidas descubriendo y memorizando cada rincón, cada sombra, cada curva y cada pliegue de tu femenino y sensual cuerpo.

En los nublados hemisferios donde nuestras intenciones preparan sus actos nacen las palabras. Son palabras, nada más. Serán más o menos bellas, más o menos nobles, habitarán simplemente nuestro pensamiento o dibujarán su forma en la escritura, sean como sean, pero, acabarán por no ser nada si la reina que intenta regir nuestro destino, nuestra voluntad, previa consulta a la corte donde la conciencia y el corazón acostumbran a saldar sus polémicas decide que esas palabras no deben regar su objetivo con aquella lluvia que transporta su designio. Y suele pasar que nuestras conciencias son más listas que nuestros corazones, o quizás más cobardes, y en aquellas batallas donde nuestro futuro se dirime no siempre triunfa lo más justo, o lo más hermoso, porque todos sabemos que detrás de lo que nos acecha vestido de beldad pueden ocultarse aquellos irreversibles tropiezos que nos hunden en el pringoso fango de la decepción. Y nos volvemos prudentemente miedosos y montados en nuestros temores no llegamos a dar muchos pasos hacia unas desconocidas consecuencias que jamás conoceremos.

Con esas, nuestras apuestas sin esperada ganancia, seguramente a veces nuestro existir se evita algunos graves disgustos, pero no deja de ser menos cierto que también a lo mejor dejamos escapar algunas maravillosas vivencias entre las cuales podría hallarse aquella sublime sorpresa que podría habernos sentado en nuestro viaje terrenal en la primera clase de los elegidos. Elegidos para la felicidad, elegidos para la genialidad, elegidos para la gloria o elegidos para el amor más preciado, ¿qué más da?, cuando el tren de las oportunidades pasa y no queremos pillarlo, ¿importa mucho querer saber qué hubiera pasado? ¿Sirve de algo vanagloriarse o arrepentirse de lo que no has hecho?

La vida suele llevarnos con su caprichoso deambular y solo en contadas ocasiones podemos rebelarnos contra aquellas determinaciones que intuimos como inoportunas maquinaciones.

Un hombre puede sobrevivir con los ojos cerrados, un hombre puede taparse los oídos, adormecer sus sentidos y enclaustrar sus pensamientos, puede incluso anestesiar su corazón y encarcelar toda ilusión. Puede hacerlo, seguro, pero su letargo solo durará un tiempo limitado. Porque en la ternura de un perfumado olor no percibido, en la melodía de unas palabras sencillas no escuchadas, en la elegancia de un gesto desaprovechado o en la suave simpatía de una mirada no respondida la trama escogida para presidir todos los sueños acabará, tarde o temprano, brindando la clave que desbloqueará aquellas vanas barreras con que se pretende enturbiar la existencia.

Han pasado dos meses y sigo sin encontrarme. Sigo sintiéndome como un ingenuo aprendiz de navegante perdido en el océano del amor y como tal he esperado en vano poder regresar a aquella tranquila playa donde refugiaba antes mi apacible existencia. Pero los vientos del este siguen transportando aun demasiadas ilusiones, disfrazadas con la brisa de tu fragancia, y el armonioso son de las olas no deja de imitar tu voz, no cesa de recitar poemas y cantar canciones donde el romanticismo acaba por confundirse con tu querido nombre. Y cuando mis ojos ponen la luz, ya cansados de buscarte en cualquier horizonte de cualquier lugar, entonces mi corazón te reencuentra y ante la luna de mis sueños dibuja tu rostro y le da un beso de buenas noches. Me siento como un pescador sin red que surca las aguas de su razón sin saber que rumbo debe tomar. A veces pienso que mejor sería alcanzar alguna isla donde poder olvidarte, o incluso odiarte. Intento entonces creer que tu no eres como te imagino, que eres mujer superficial y egoísta, que no puedes costar ni uno solo de mis anhelos... Pero mi mar vuelve a agitarse y mis sentimientos te devuelven la mágica y amada imagen del ser que nació predestinado a completar mi incompleta alma. Y vuelvo a percibirte como la mujer más bella, sensual, apasionada y viva que nunca he conocido, y vuelvo a disfrutar con algún recuerdo de algún encuentro. Y vuelvo a sonreír con la sola idea que, pronto o tarde, te volveré a ver y tu mirada acariciará la mía y tus palabras quizás me ofrecerán alguna pista que pueda regalarme alguna esperanza...

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