Para hoy os reservo un aperitivo muy sabroso: un fragmento de un ya muy largo poema pero inacabado. Un día lo terminaré, seguro, pues me apasiona el tema y sus posibilidades. Un vuelo por la vida, los sentimientos, el amor, las emociones, las realidades y los sueños...
Voló la paloma blanca
Partió la blanca paloma... Partió, partió...
En su pico asoma una rama de esperanza,
en sus alas una estanca súplica,
un rico mensaje sin cargo ni sello de tardanza.
En su mirada escama un largo, quizás eterno, viaje...
En sus plumas más de lo mismo:
un yerno pleito con el pasado,
espumas de ceniza de un corazón quemado,
un hado que aterriza otra vez en un paraje errado...
Partió, partió...
La sensatez vencida, la razón hundida...
Un vuelo de preguntas lleva al viento:
¿No estuve atento?
Las ilusiones, ¿siempre acaban siendo presuntas?
¿Existe esa flor no marchita?
¿Existe el amor o sólo invita?
Partió la paloma blanca...
Partió, partió...
Al primer día atravesó una nube,
el velo del azulado fondo...
Aquella, sí, aquella.
Donde mi gota de rocío se embarranca,
aquella de donde el cielo toma nota de lo que tuve,
de lo que pudo ser mío,
de lo que escondo,
de lo pasado...
Toma reposo y morada,
y el ave escucha y observa:
Cuenta el aire que no hay foso,
ni hucha que guarde los sueños...
Sabe bien de quien es sierva,
la que tienta el destino,
la que guía los empeños...
Pues arde en un horno muy frágil,
volátil es su camino,
y no hay vía de retorno...
La voluntad, el querer,
el deseo de futuro,
el amor que te embargó...
Nada encargó la verdad,
tu ser, tu vida,
la brida de tus anhelos,
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