3 nov 2010

Citas del amor y el desamor...

REPOSICIÓN post agosto del 2008

Del libro "A la luna, a ti, mi cielo, y a mis queridas estrellas"... Citas del amor y el desamor...

Unchained melody by Prosomnis


No pienses que nada va a ser definitivo, lucha por cada suspiro y, sobretodo, lucha por sentirte vivo.

Allá donde te manda el instinto que tu alma erige debes ir. Olvida las travesías que el variopinto criterio de tu entorno te exige. Mueve tu vida con calma y protege el contorno de tus credos. Construye tu imperio y huye de las directrices que percibas como impuestas.

A una sensibilidad malherida no le des retiro en el recodo de las rendiciones, debes dirigirla de nuevo hacia la senda donde se esconde su vital instinto.

No analices los impulsos que mantengan vivas tus esperanzadas codicias, síguelos sin más. A aquel que quiera venderte tentaciones al precio de la supervivencia no le hagas aprecio, pues solo conseguirá perderte. No eches pulsos con aquellas arriesgadas intrigas que no tengan una cadencia vital. No meches tu memoria con injustificadas mentiras. No despiertes las iras de tu más seguro puntal, tu conciencia, con odiados compromisos. No sigas nunca un atajo para llegar a la gloria. Si viertes tu existencia sobre el muro de los lamentos no aparentes tener los permisos para poseer los más agraciados alientos. No encierres bajo los vuelos de las prudentes alas de la impotencia tus recelos a volar. No erres con temor a rectificar, pues tu error podría condenarte.

Si tu corazón canta ilusionado no dejes que su balada sea vana, danza a su son y déjate llevar por su tonada.

Con el fregar de la brisa más resplandece el arco iris en el cielo. Con el brillar de tu sonrisa, ¿no lucirán más las flores en tu pelo?

¿Por qué decoras la cana? ¿Por qué no osas mostrar tu añejo resplandor? Aquel que te vea arrugada en su indolente visión ignorará tu corazón. Aquel que reza por tenerte suele verte igual de resplandeciente. Enlaza el pasado con el presente y muéstrate tal cual estás con descaro. En el vivir tu exterior no se ha vuelto raro, tan solo se ha dibujado con el fulgor de tus vivencias.

Debes aprender a explorar las miradas, pues en lo profundo de la vista yacerá la respuesta más sincera a tu presencia.

Cuando un terremoto derrumba una construcción no se puede cimentar una nueva fortaleza sin antes limpiar bien las ruinas que quedaron. Si negamos esta lógica norma solo podremos optar a proyectar una frágil e inestable casita de papel. Así, si tu sol se perdió en uno de aquellos injustos chascos que el destino nos fuerza a aceptar, negar el llanto por lo extraviado puede no ser lo más aconsejable. Porque si tapamos nuestra rabia con el manto de la simulada indiferencia quizás conseguiremos protegernos de una temporal y terrible ansiedad, pero a la vez estaremos atascando nuestro camino hacia nuevos horizontes y ocultando aquellas estrellas que deseamos ver. Las lágrimas, cuando las dejamos caer libremente, no son malas. Con ellas enjuagamos las penas y con ellas abrimos la puerta para que nuestras angustias marchen, para que nuestra ira salga y luche por calmarse.

No nvadas tu mundo con la apuesta del poder, conquista su verdadera esencia con la apetencia de querer y serás más importante y, desde luego, serás más feliz.

Cuando una relación esencial se quiebra nuestra tendencia natural nos empuja a sentirnos víctimas. Lo más fácil suele ser traspasar las culpabilidades hacia el otro lado y en el desconcierto por lo ocurrido presentar al mundo aquella sensibilidad herida que tanto nos duele.

No, no podemos superar un problema si antes no hacemos un profundo análisis de todo aquello que lo ha motivado y valoramos y aceptamos nuestra participación en las causas del litigio. No debemos rechazar este acto de constricción. Si nos negamos a echar ese lastre e insistimos en ganar nuestra inocencia apostados en el victimismo seguiremos anclados en un puerto donde las depresiones nunca zarpan.

Aunque no siempre sea justo, aunque en la percepción de algunas profundas contusiones nos cueste asimilarlo, al final uno debe llegar a la conclusión de que pocas veces, muy pocas, podemos sentirnos víctimas de la vida. Si consideramos que en el desarrollo de la mayoría de las circunstancias que nos toca disfrutar o sufrir somos en parte partícipes todo nos será más fácil. Somos cómplices de nuestra vida y a sabiendas de nuestra complicidad debemos sentirnos obligados a resurgir cada vez, a renovar las fuerzas para poder pilotar con mayor ímpetu la nave que guía nuestro sino. Por y para nosotros y para todos aquellos seres que nos aman y nos necesitan hemos de levantarnos y recuperar la banderola del equilibrio para poder gritar al mundo, con orgulloso convencimiento y esperanzado nervio, que estamos aquí. No tiene porque ser fácil. Mil razones pretenderán impedírnoslo, pero si intentamos valorarlas nos daremos cuenta que en sus fundamentos se solivianta el rencor y en sus argumentos se cobija el miedo. Y no debemos escucharlas. Debemos dejarnos llevar por el corazón, aunque esté resentido y no quiera ofrecerse más, porqué sólo si lo obligamos de nuevo a ejercitarse iremos recuperando, en un plazo más o menos corto o largo, aquella pureza que nos trae la ilusión.

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