LITERATURA. PROSA POÉTICA. ODA AL PASADO.
Fragmento del libro A la luna, a ti, mi cielo, y a mis queridas estrellas
Hace mucho, mucho tiempo, empecé a escribir una hermosa prosa. Tenía diecisiete años y la vida se me presentaba delante como una larguísima e intrigante aventura que me asustaba. Poco sabía y poco podía imaginarme. Recuerdo más o menos como empezaba mi escrito, mas no puedo recordar ni cómo continuaba ni si llegué nunca a terminarlo. Decía algo así: “Pasa el tiempo, pasa la vida, a veces monótona, otras apasionante, pero siempre querida vida...”. Hoy no sé por qué me ha venido a la cabeza esta juvenil visión y voy a, si no te molesta, intentar homenajear aquella inocente oda al futuro con algunos pensamientos, con algunos consejos que me gustaría llevar conmigo si pudiera retroceder en el pasado...
Pasa presto el tiempo y a su lado pasa ligera la vida. A veces con el aburrimiento de cada espera se nos olvida su sentido. Otras su jubiloso discurrir paga con creces el impuesto al templo del caprichoso hado.
En el vertido de las vivencias en el foso del sentimiento se amaga la percepción que concreta nuestro estado anímico.
En la posesión de las tenencias intentamos hallar la veta que puede nutrir la paz de nuestra inquieta alma, mas no calma tu andar el zapato por rico, sino por cómodo.
Reta el corazón a la voraz sinrazón: en el desacato de las ilusiones hallarás el modo de generar tensiones.
Déjate llevar por tus sueños y cuando encuentres el amor aterriza.
No permitas que el temor al fracaso genere artificiales desdeños.
Tapiza siempre tu entorno con el acogedor raso de la amistad.
Modela tu verdad y fortalécela en el horno de los reales hechos, pues ante los lechos de los satisfechos vela la diosa felicidad.
Penosa será tu vida en pareja si debe asegurarse detrás de una reja.
No pienses que nada va a ser definitivo, lucha por cada suspiro y, sobre todo, lucha por sentirte vivo.
A una sensibilidad malherida no le des retiro en el recodo de las rendiciones, debes dirigirla de nuevo hacia la senda donde se esconde su vital instinto.
Si el enamoramiento te prenda, espera que pasen las primeras pasiones y, antes de traspasar el umbral del futuro, tu sentimiento deberá ser distinto, mas nunca inferior, tu ardor puede decaer, no desparecer, y de la confianza, la admiración y la esperanza deberá surgir aquel puro aliento que implanta una sana vocación de porvenir fusionado.
Si tu corazón canta ilusionado no dejes que su balada sea vana, danza a su son y déjate llevar por su tonada.
Debes aprender a explorar las miradas, pues en lo profundo de la vista yacerá la respuesta más sincera a tu presencia.
No invadas tu mundo con la apuesta del poder, conquista su verdadera esencia con la apetencia de querer y serás más importante y, desde luego, serás más feliz.
Ante un leve desliz razona las causas, discúlpate si se precisa y procura que no vuelva a ocurrir. Si tu resbalón supone un grave porrazo, no tengas prisa, estima los daños, procúrate, si puedes, los apaños, las curas, pide perdón y levántate, sobre todo, levántate.
Nadie se arrima con el lazo de la dependencia, las más sólidas ataduras llevan el nudo del amor.
Desnudo llegaste al mundo y en tu última ponencia deberás vestirte sólo con las cálidas vestiduras que tu experiencia haya tejido.
Fecundo será el nido que guarece tu fortuna, la cuna donde se mece tu bienestar, si te avienes a trazar tu diario recorrido con el itinerario bordado por tus emociones.
Introduce siempre en tus oraciones también tu ventura, pues oscura será la de tus seres queridos si tus bríos acaban nunca malheridos.
Unas humildes oraciones, pocas y escritas con el anárquico orden que surge del dictado del corazón. No son trascendentes, tampoco quizás demasiado relevantes, pero si hubiera tan sólo sospechado alguno de los mensajes que conllevan, en mi inocente primera juventud quién sabe... Quién sabe cuántas cosas hubiera cambiado, quién sabe cuánto tiempo te hubiera esperado...
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