20 mar 2012

mujer amada mirada enamorada

FRAGMENTOS LITERARIOS...LA MUJER AMADA VISTA CON LA MIRADA ENAMORADA... DE LA NOVELA "A LA LUNA, A TI, MI CIELO, Y A MIS QUERIDAS ESTRELLAS"


La otra noche me hallaba muy inquieto. Me había acostado ya e intentaba dormir. Como cada noche desde hace ya mucho intenté visualizar tu imagen para mandarte un beso de buenas noches. Esto solía tranquilizarme y acostumbraba a ser la fuente de una sonrisa con la que preparaba mis sueños de enamorado. Pero la otra noche me hallaba muy inquieto y, por más que lo intentaba, no podía dormirme... Tu imagen aparecía borrosa y su falta de definición me alteró de tal modo que la tristeza se apoderó de mí hasta tal punto que originó un silencioso e impotente llanto pintado con sentidas y resbaladizas lágrimas que, deslizándose por mis mejillas cayeron en mi almohada y la humedecieron. No era la primera vez que me pasaba y, como queriendo pedirle perdón, abracé el colchón de mis sueños y en su suavidad quise recuperarte, quise recobrar tu fotografía. Y entonces volví a hacerlo, volví a hacer otra estupidez, una más, algo que se escapaba de mi razón pero que para mi corazón resultaba necesario y a la vez mágico: con aquellas palabras que se producen en el vacío del sonido, con aquellas frases que nacen del pensamiento y surcando el mar de los recuerdos, cual sabio viento que mueve las olas de la mente, intenté explicarle a aquel enfundado saco de plumas como eras, como te había visto tantas veces y como no te podía ver. Y aquello que no dije, aquello que pensé fue tan hermoso que hoy no he podido evitar, en cuanto he tenido la ocasión, de reproducirlo con estas míseras y pobres letras de tinta manchadas que, a sabiendas de que nunca podrán reflejar la belleza que mi sentir percibe, son y serán la única forma hábil para dejar constancia de como un hombre que vive un amor no consumado, desde la distancia de un inconstante trato y a menudo imposible contacto, intenta describir a su amada.
¿Y como es ella, pues? ¿Y como eres tú? Así te he visto y así te veo, y en mi descripción te juro que no mentí, pues son todos mis sentidos los que te definieron y nadie habrá, ahora mismo, más sabio en tu percepción que esos cinco maravillosos dones que la naturaleza me regaló para observarte, sentirte, valorarte y percibirte. Fueron ellos, pues, los que dibujaron tu imagen y a ellos deberás agradecer el placer que te pueda producir la narración de muchas de tus grandezas, y a ellos deberás recriminar la descripción de algunas de tus impurezas.
Pues sí, mi vida, aunque no te lo creas, aunque te parezca absurdo, hablé con mi almohada y con estas palabras quise dibujar tu esencia, tu ser y mi cielo:


A ella la llamo, cariñosamente, como en una canción oí: “la pequeñita de mi corazón”. A mi lado yo sé que se siente baja, mas ella no sabe que su figura, aun cuando aparezca empequeñecida por la lejanía, se ve engrandecida por la ilusión, por la alegría que sentimos todos los que la queremos, que seguro que somos muchos, al sentir que se nos acerca. Y cuando la tienes al lado es tan fuerte y grande su presencia que tienes que hacer un esfuerzo para no olvidar que en tu entorno puede haber algo más, que a tu lado puede acompañarte alguien más.
Ella es la más pura definición de la mujer. Su cuerpo, su andar y todos sus gestos y movimientos ensalzan su feminidad de tal manera que nadie podría nunca concebir un polo más opuesto al hombre. Ella quiere ser, y se siente, muy femenina y sabe jugar con este rol, haciendo de la coquetería una arma que consigue resaltar su belleza y la hace sentir más segura. Si, además, a su evidente cualidad de coqueta sumamos su gran facilidad para obsequiar palabras dulces y amables, a nadie puede extrañar que su presencia llegue a alterar de forma más o menos peligrosa a muchos hombres y a la vez produzca la envidia y el rechazo de algunas mujeres.
Su pelo huele a suave y viste de tinte enrojecido. Su peinado es cambiante como un valle en la alta montaña y ella se siente obligada a colorear la incipiente invernal blancura de la nieve y a segar de forma más o menos uniforme la hierba buscando una moda, una estética o una belleza que quizás en su espejo no acaba de descubrir, pero que para mí, que la amo, haga lo que haga con su cabellera resulta a veces chocante, pero siempre inalterablemente linda.
Su cara deslumbra con una piel clara que brilla enriquecida por los muchos besos y caricias que ya ha agradecido y a la vez te convida, te va diciendo que aún no se conforma, que necesita y quiere más, y sus mejillas sobresalen y presentan su candidatura a ser el sostén de las palmas de tus manos, a ser el papel donde tus dedos puedan dibujar su ternura, a ser la fiesta en la que tu besar pueda agradecer su hermosura.
Sus ojos son verdes, grandes y brillantes, y en su mirar se hacen gigantes, en su dulzor tu alma pierdes. Uno duda y se pregunta si ella se habrá fijado alguna vez, cuando se mira en el espejo, en lo bellos que llegan a ser. Su forma, su color, su tamaño, su expresión... son lindísimos de verdad. Y sobre todo llegan a ser, en su gran belleza, únicos por una razón que seguro mucha gente no percibe, incluso quizás ella tampoco: su viveza. Parece como si todo su ser se concentrara en su mirada y a través de esta quisiera expresar todo lo que siente. Así, sus irresistibles ojos, mis queridos ojitos, rebosan vida como nunca había visto, retratan su ser y en su esplendor la hacen espléndida. Cuando sonríe sus ojos derraman felicidad, cuando demuestra preocupación su mirada se inquieta y cuando ves que sus ojos se endulzan, no hace falta ver más para saber que toda ella está mostrando su ternura. Sin ninguna duda, todo su cuerpo es bello, pero aquel que pueda fijarse en su mirada a través del amor, aquel que consiga apoderarse para siempre de aquel brillo de sus ojos, de aquella pasión ilusionada que yo he podido percibir alguna vez, estoy seguro de que no podrá desengancharse ya nunca jamás.
Su nariz aparece como el centro de un maravilloso mundo. Esbeltamente alargada con su forma regala perfección y en su respirar intuyes que tu proximidad debe oler a pureza, debe presentarse con suaves fragancias para ser digna de tanta nobleza. ¡Qué daría yo por poseer aquel perfume que a través de su olfato pudiera llegar a su corazón! ¡Cuánto pagaría por hacer de mi olor su aire vital, su brisa matinal y el aroma con el cual se adormeciera cada noche!
Sus orejas se esconden, esperan ocultas y secretas confesiones, se ocultan y esconden la espera de amorosas palabras, se desesperan por esconder aquellos ocultos y sensuales besos que tu boca ansía obsequiar. Su forma recuerda aquellas pequeñas piscinas donde el máximo ejercicio al que uno puede aspirar es el reposo de los anhelos y en estas quisiera sumergir mil declaraciones de amor, allí flotarían delicadas palabras que limpiarían su bienestar de toda preocupación, y nadarían mis inquietos sueños para calmar sus apetencias en un compartir con los suyos la lucha por desviarlos hasta el acceso a las realidades conseguidas.
Sus labios carnosos entretienen su inquieta boca con una ávida necesidad de hablar y hablar, pero en su ocasionalmente interminable diálogo adivinas que su aspiración máxima no se encuentra en la palabra, que en verdad muestran su consagración en el dibujar de una sonrisa única, maravillosa y esplendorosa, y que aquel que consiga sellar su silencio con un beso de verdadero amor no podrá dejarlos, no podrá olvidarlos y en su ardiente y húmedo contacto renacerá el deseo de otro más, el anhelo del “no debe jamás acabar”, el sueño del beso eterno que sólo descansa para avivar su recuerdo. Su boca y sus labios son también un fiel reflejo de su estado de ánimo, rebosando casi siempre cuando se siente acompañada o cuando se ve observada una intensa alegría y una extrema simpatía, pero intentando guardar para su soledad una extraña pose, un sorprendente diseño que yo he comprobado varias veces y que aparenta una tristeza y una amargura que en la impotencia debes respetar y que te hiere en lo más hondo el no poderlas consolar.
El descender de su cuello hasta los hombros se convierte en el deseo en una pista donde la brisa de tu aliento esquiaría tan pronto tuviera el forfait de una sola mirada de amor, donde tu besar se deslizaría en un artístico patinaje que podría ser un preludio y un entremedio de un paseo por los infinitos senderos que su cuerpo invita a explorar, de un resbalar de pieles que en un abrazo se acarician y en una caricia se abrazan.
Sus brazos y manos son un bello prólogo de su alegre saludar y de las temidas despedidas, son la ansiada introducción de un abrazar que en la amistad he probado y en el amor tan sólo he intuido. La finura de sus manos convida a asegurar que en el arte de moldear el cuerpo que amen deben de ser maestras, y de sus largos y preciados dedos uno sólo puede esperar que algún día pueda entrelazarlos para hacer sonar aquellas angelicales notas que únicamente puede componer el pasear de la mano con el ser que amas.
Sus senos se adivinan pequeños pero sabios y juguetones. Sabios en la increíble experiencia que otorga a las mujeres el don de la maternidad y juguetones en el maravilloso juego que se inicia y se acaba en la pasión, aceptando cualquier norma que sepa acariciar y besar el deseo y no dando nunca lugar a vencedores ni vencidos, pues en el jugueteo tú y ella podéis descubrir y crear el supremo goce de muchas de las infinitas sensaciones que en la unión de dos cuerpos y en la conjunción de dos almas el acto de amar puede y debe concebir.
Y bajo su pecho izquierdo se halla la increíble fuente que en su caudal transporta esa divina belleza que todo su ser respira. De su corazón emanan los efluvios que en verdad me han atrapado y que han hechizado mi existir convirtiéndola a ella en una verdadera mujer, en la mujer a la cual no puedo ni podré jamás resistir. Porque su corazón late con pureza y en su latir te invita a amar su sencillez, su sensibilidad, su honesta amistad, su inseguridad, su honradez y su ilusión por la vida. Porque su corazón canta una canción que en su letra te anuncia que ella también sigue buscando ese fantástico mundo que en su infancia soñó, que ella también quiere vivir su vida en la alegría de pensar que todo podría volver a ser sublime, que ella también piensa que en una risa compartida podemos reencontrar la forma de lograr que nuestro existir sea excepcionalmente único. Sí, mi amado corazón, su corazón, también sabe cantar, y con su música enamora a todos aquellos que nos hemos atrevido a acercarnos lo suficiente a ella, y con su música sabe serenar tus ánimos y te hace sentir seguro y tranquilo, y te regala una paz que en la proximidad te produce un perfecto bienestar y en la distancia te otorga una muy triste pero también muy esperanzada añoranza.
Ella no tiene barriga, ella dibuja sus curvas de la felicidad alrededor del centro de la creación, de su génesis, pues a través de su ombligo pudo alimentarse el más precioso proyecto que un padre y una madre hayan nunca conseguido. Y cómo me hubiera gustado que su vientre hubiera podido ser alguna vez la alforja donde mi simiente hubiera podido crecer hasta recoger el fruto más bello que el amor puede crear. Y cómo me agradaría poder reposar mi cabeza en su panza y descansar en silencio mi amor mientras ella acariciara mi pelo.
Su espalda se dibuja como un escenario donde el decorado luce una romántica noche con sus numerosas pecas asumiendo el papel de estrellas y sobre el cual a uno le gustaría ser el actor, el astronauta que en su viaje estelar pudiera llegar a memorizar el mapa entero, la fugaz estrella que en su veloz paso se encarga de conceder el mayor deseo. Y en el descender de su columna vertebral la odisea puede concluir en la utópica posesión de la gloria celestial, pues su querido cuerpo de mujer se ensancha con una amplias caderas que en su esplendidez podrían convertirse en aquella galaxia en cuyo centro dos astros explosionaran el supremo placer de fusionarse, de convertirse en uno solo en el navegar de dos cuerpos que en el amor se adhieren y que en el desearse y en el poseerse perpetran la más bella dicha nunca soñada.
Y como si de una obra maestra de la arquitectura clásica griega se tratara, mi universo se apoya en dos estilizadas columnas que ya quisiera para sí el templo de Afrodita. Dos esculturales piernas aguantan mi diosa y le confieren un andar que en su femenino vaivén es capaz de marear tu mirada y anularle cualquier otro punto donde fijar la vista. Sus muslos aparecen vigorosos y fuertes, y sus rodillas sirven de conjunción entre el arriba y el abajo, entre un encima que mi descripción espero eleve su imagen a aquella cima, la más alta, donde la naturaleza descubrió el secreto de su belleza, y un debajo que en su descender finaliza con unos dignísimos pies que son, a la vez, el inicio y la conclusión más bellos jamás imaginados para una historia oculta, para un cuento que en su narración amaga la hermosa visión de un cuerpo amado, la rica percepción de un ser que en su imperfección es dotado con el don de ser excelso en la visión de un hombre enamorado.

Así te he visto, así te veo, así seguiré viéndote y así te vi. Así te describí y al hacerlo no exageré, te lo juro, ni un poquito, porque tú sabes, cielito lindo, que en mi interior has sido, eres y seguirás siendo aquella flor que enaltece sus colores para ser la más atractiva, que intensifica sus olores para ser la más buscada, que amaga en su forma, en su tallo y en su polen el alimento más endulzado, que ha arraigado con las raíces que la llenan de vida en la tierra de mis ideales y, al hacerlo, me ha hecho sentir durante mucho tiempo el hombre más importante del mundo.
No dudes nunca, pues, cuando observes tu retrato en un reflejo o cuando tengas un mal día y, como mujer que eres, sientas que no vales nada o que te sobra de aquello o que te falta de lo otro, de tu hermosura. No te atrevas ya en la vida a decirte a ti misma que eres fea o a sentirte menos guapa, porque con mis letras acabo de sentenciarte a ser bella para siempre y, ocurra lo que ocurra, ni los años ni la distancia podrán borrar mi convencimiento de que eres la mujer más fascinante que he conocido. En cuerpo y en espíritu, en el corazón y en el sincero sentir de tu razón quizás nunca podrás ser mi mujer, pero quieras o no te has ganado a pulso el ser la chica, la niña, la dama que mis sentidos más han admirado y mi sentir más ha amado.


FRAGMENTOS LITERARIOS...LA MUJER AMADA VISTA CON LA MIRADA ENAMORADA... DE LA NOVELA "A LA LUNA, A TI, MI CIELO, Y A MIS QUERIDAS ESTRELLAS" de Miquel Beltran i Carreté


3 comentarios:

  1. Pero que ternura de amor, me recuerda las cartas de antes, me erizo la piel y senti palpitaciones...lamentablemente un sms de hoy NO ES LO MISMO.

    Ojala alguien me amara asi y lo expresara de tal manera!

    La vida como la vivis

    ResponderEliminar
  2. y pensar k yo también amo a alguien así.

    ResponderEliminar
  3. Impresionante!. Que hermosa forma de describir lo que se siente cuando se ama de verdad, así, con el alma, las venas, el corazón, la vida. Felicitaciones por poder tener esta capacidad de expresarlo y gracias por permitirme pasear por tu arte y tus sentimientos.

    ResponderEliminar