9 jul 2016

Literatura romántica. Nadar en tus ojos.

Fragmentos de la novela "A la luna, a ti, mi cielo, y a mis queridas estrellas".
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Mucha gente piensa que el amanecer de los sueños se encuentra en el demasiado a menudo vacío que nuestro dormir produce. Yo sé que se equivocan. Las más hermosas visiones nacen de la luz y crecen en la conciencia que en el sereno pensar reside. Nuestra fantasía suele ser su amorosa madre y en un abrazo de nuestros anhelos amamanta nuestra imaginación para alimentar aquellas percepciones que en nuestros deseos residen, para ver crecer aquellas sensaciones que nuestros sentimientos ansían. Ayer me hallaba en el coche. Esperaba no me acuerdo qué, quizás aquello que el tiempo nunca trae y que aguardamos por rutina. La música de un compact disc coqueteaba con mi alma enamorada y en un cerrar de mis ojos hallé los tuyos. Tus verdes pupilas habían sublimado su extensión y en mi campo de visualización soñadora habían inundado todos los prados. Era aquel un maravilloso lago que acercaba mi fantasear al infinito y que me convidaba de manera extremadamente tentadora a un baño. Entonces me sumergí en sus aguas y empecé a nadar en tu cristalina visión. No sentía frío. Mi cuerpo sumergía sus movimientos y con cada brazada la tibia agua de tu tierno mirar acariciaba dulcemente mi temeroso viaje hacia tu subconsciente. Ningún destino me guiaba, ningún propósito me orientaba. Tan sólo suspiraba por nadar en tu mirada sin haberme de esconder. Todo mi amor necesitaba hacía ya demasiado una delicia así y en el estanque donde tus lágrimas debían mojar tus emociones relajaba sus penas empapando sus esperanzas. Me sentía cómodo, tranquilo, y poco a poco iba relajando mis movimientos para poder constatar aquello que intuía: ¿en la quietud me hundiría en las profundidades donde yacen tus recuerdos y percepciones? ¿Hallaría quizás la recóndita gruta subconsciente donde amagaste la verdadera razón de tu flirteo con mi corazón?  LEER MÁS


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