27 jul 2009

Sombras del pasado: el miedo a enamorarse... (2)

Nuevo texto en redacción paralela en este blog (terminado) y en taller del Proyecto Impresiones...







Pasean las sombras desamparadas su descolorido contorno por un camino sin destino. Suelen salir al atardecer, cuando el sol del día a día se retira y la penumbra del ayer recupera su esplendor. Vagan en dudas entre la arboleda y suelen esconderse cuando algo desconocido quiere cruzarse a su paso.


En su deambular actúan por inercia generalmente con pequeños gestos que no interrumpen su pensamiento: pisando hojas secas, devolviendo una sonrisa a quien solo dio un adiós, imaginando esquinas en aquellos pocos rayos de luz que consiguieron perforar la copa de un roble,… Su distraído andar no conduce a dirección alguna; más bien es una pueril excusa para salir, desconectar de aquellos que están para desarrollar sin cadenas la añoranza de lo que tanto se echa a faltar…


Habrá quienes lo tuvieron y en la comparanza con el lleno sufren desconsoladamente el vacío. Otros hay que nunca consiguieron la pleamar, gente que pasó, o pasa aún, la vida esquivando olas en una orilla de una playa inhóspita; o en muchas, que más da… ¿Echará más de menos la sal aquel que nadó sin freno hasta que se ahogó o quien no pudo o no supo o, quien sabe, no quiso nunca empaparse hasta el alma?


Pasean las sombras huérfanas de pasión y su liviano equipaje se traduce en suspiros, en deseos insatisfechos, en sueños disfrazados de quimeras. Suelen andar descalzas, medio de puntillas, deslizando los pasos como si temieran quebrar la hierba del prado o ensuciar la arena del litoral con su piel carente de caricias.


Entre el bosque y la playa hay un árbol casi caído… En su seca madera alguien colgó hace tiempo un cartel. En él se puede aun medio leer: “El verdadero amor es como los espíritus: todos hablan de ellos, pero pocos los han visto.” ¿Será cierto? Quizás no, pero esa sentencia no ayuda a los temerosos transeúntes a bañarse, más bien al contrario…

Cerca de la playa, pisando con timidez allá donde la arena comienza a estar seca, se estampan a cada rato una multitud de sombras expectantes... Miran el mar, inspeccionan el horizonte y persiguen con la vista el ir y venir de cada ola... ¿Será que esperan les traigan algo? ¿Esperarán quizás se humedezca de esperanza su desolación?

Si te acercas al feudo de las almas incompletas y atiendes desde adentro, con el corazón, escucharás un leve murmullo, un susurro a coro de súplicas vanas: "¿Dónde estás?" El amor perdido, quizás nunca hallado... ¡Pobres ilusos! Si supieran, ¿verdad? El aire no te entregará nunca un aroma si no deseas olerlo, la luz no iluminará tu hogar si cierras los ojos,... Y el mar no va a traernos el amor, simplemente nos permitirá bañarlo con la espuma de lo especial... Antes debemos buscarlo, plantarlo o dibujarlo en nuestro interior.

Si cierras la ventana de tu habitación la brisa no podrá acceder y los algodonados pliegues de tus cortinas no danzarán para ti. Si cierras los pórticos la luna y las estrellas no te invitarán a viajar por las mágicas e imprevisibles fuentes de la oscuridad, allá donde se implanta todo sueño de futuro... Si cierras, ¿de verdad crees que algún pajarillo despistado golpeará con su pico tu portal? ¿Quizás algún trovador se atreverá a cantar ante un ventanal infranqueable?

Si cierras... Si cierras las entradas de tu corazón para protegerlo, ¿qué puedes esperar? ¿Acaso crees que te va servir de algo soñar? En el valle donde los amores conciertan sus citas y luchan por escribir bellos romances suele reinar siempre la primavera. Si ardes en deseos de visitarlo no pretendas ir abrigado de pies a cabeza con ropa para esquiar... ¡Venga! Claro que puede nevar, pero tú no ansías quedarte a vivir allí para fabricar tu muñeco de nieve...

Sombras... Reflejos de silueta, perfiles sin color, retratos sin identidad... ¿Será por eso? Mientras algunas atienden cerca del mar las otras, la mayoría, no suelen avenirse a dejar el bosque: ¿qué lugar mejor para quien sólo quiere lamentarse? Hojas entre ramas, raíces sin sabia, flores arrancadas y aguas estancadas...Un lugar ideal para esconder la cobardía de quienes no osan forjar su destino: a veces entre los pétalos de una flor marchitada, otras enganchada al musgo que rodea una fuente que secó su caudal…

Cuenta un petirrojo que forjaba antaño su nido allí que en los lindes de la arboleda con el arenal crecen unos frondosos matorrales que suelen servir de escondrijo para la fraudulenta venta de historias vacías… Las areniscas islas ocultas entre plantas se fueron enmoquetando con el tiempo con gomosos círculos rellenos de baldía fecundidad… Vienen a ser las incoloras fotografías de gritos y suspiros solitarios, de enlaces inconexos de cualquier sentido que no sea el olvido de la pena con la instantánea exaltación del placer. Descarga y flujo, pene y vagina, ¿algo más? Con orgasmos poderosos, ¿pretenden algunas sombras tapar la impotencia por vivir? Vana maquinación…


Pasean las sombras desamparadas su descolorido contorno por un camino sin destino. Suelen salir al atardecer, cuando el sol del día a día se retira y la penumbra del ayer recupera su esplendor. Vagan en dudas entre la arboleda, esperando un destino que nunca llegará., esperando un amor que nunca las amará… Alguien debería contarlas que no se forja un sino aparcando la vida en los errores del pasado… Alguien debería advertirlas que no ama el amor a aquellos que en el resguardo de su corazón lo adormecen… Alguien, pero, ¿escucharían?

Triste balada la de aquellos que dejan que el miedo venza a la ilusión… Amargo transitar el de aquellos que no osan luchar por la vida cuando la realidad cercó su espíritu… Dicen algunos, de aquellos pocos que consiguieron escapar, que justo en el centro del bosque hay un llano. En él crece la hierba de color de sombra, nacen las flores de color de sombra y el aire, al pasar de puntillas, silba como lo haría una sombra… ¿Será un cementerio? No me lo dijeron, pero sí me contaron que en la entrada colgaba otro cartel… En él se podía leer: “Aquellos que viven la vida sin amor murieron con la negación de la vida misma. Yacen enterrados en los miedos del pasado. Si los buscáis, allí los encontrareis”




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