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23 ago 2010

Del amor y el desamor: el miedo a los rumores...


Del amor y el desamor: El miedo a los rumores...
(del libro "A la luna, a ti, mi cielo, y a mis queridas estrellas")
 
Resulta imposible tirar una piedrecita a la reposada agua de una laguna sin alterarla. Con el impacto en la superficie nacerán unas concéntricas ondas que se irán alejando del punto de contacto, llegando más o menos lejos según el lanzamiento haya sido más o menos potente y el tamaño de la piedra sea más o menos grande. Si alguien llega al lugar inmediatamente después de la tirada y percibe las ondas no tiene por que entender la causa y si le da la gana le será fácil, seguro, inventar una explicación que le sea plausible: “¡He visto un pez! ¡Acaba de saltar en el agua!” ¿Y si ese alguien no va solo? Entonces no habrá una, habrá diferentes personas que, aun sin haber visto ni las ondulaciones, estarán dispuestas a jurar que una trucha, más o menos gigantesca según sus ganas de destacar, acaba de mostrarse fuera del agua.
Cuando era pequeño recuerdo que jugábamos a un juego que nos encantaba. Lo llamábamos “el teléfono”. Nos poníamos con mis amigos y amigas sentados en círculo y el que empezaba a jugar tenía que decir una palabra o frase corta lo más rápido posible al oído del niño sentado a la derecha. El que recogía el mensaje lo pasaba, siempre pronunciándolo a toda velocidad, y así se continuaba hasta que el o los vocablos, o lo que quedaba de este o estos, llegaban al último niño. La gracia consistía en la premura al hablar, en ver la cara que ponía el que intentaba escuchar y, sobre todo, en descubrir cuál podía llegar a ser la transformación… Así, un “Javi es guapo” podía convertirse, mal transmitido, en un “pa’ ti un sopapo”, que nos hacía reír a todos.
No, querida, no estoy borracho. Te juro que en la cena sólo he bebido agua… Ya sé que parece un poco inconexo todo lo que estoy explicando, pero si lo lees bien y sabes buscar la relación entre uno y otro relato me parece que no te será difícil adivinar a dónde pretendo llegar…
Últimamente me da muchas vueltas en la cabeza algo que sé que no debería importarme demasiado pero que también entiendo que es normal que me preocupe… Estoy metido de lleno en dos historias que, según como acaben concluyendo, van a implicar más de un bombazo en mis entornos emocionales y sociales: el emocional, más próximo y querido, y el social, más distante y menos importante pero, lo intuyo, más reacio a intentar comprender nada que se salga de lo marcado como normal. Podría pasar, quién sabe, que los impactos afectaran también los tuyos, con desmesurada fuerza, si optaras por seguirme, o con rebotada implicación, si se llegara a conocer tu protagonismo. Hundido en el desamor e intentando resucitar en el amor me voy dando cuenta cada vez con más conciencia de lo que se puede esconder en el cambio de rumbo que mi vida puede sufrir. Si acabo separándome de mi mujer ya supondrá por sí solo un azote tremendo para las expectativas que mi vida familiar siempre generó. Las connotaciones naturales de este acto ya me angustian por sí solas. Si además me imagino cuántas pueden llegar a ser las derivaciones artificiales, las insinuaciones malintencionadas y las interpretaciones infundadas, entonces el espanto puede llegar a ser terrorífico. Y no te digo cuales son mis percepciones si se me ocurre pensar en que tú decidieras seguirme… El caos, ¿no crees? En nuestro mundo se produciría un seísmo de tal magnitud que sólo imaginarlo ya te tumba…
Percibo que me estoy preparando para un momento trascendental de mi vida. Muy probablemente, si no se empiezan a producir cambios radicales en mis mundos interior y exterior, voy a lanzar una piedra de dimensiones incalculables al agua. Será una o serán varias, no sé, pero de lo que estoy seguro es que, aunque lance o lancemos con la mayor cautela, aunque envuelva o envolvamos las rocas con mil razones y argumentos, habrá muchos que no se conformarán con aceptar las ondas como el resultado de algo privado y normal como la vida misma. Y es así, ¿o no? El amor y el desamor, a pesar de que nos puedan parecer desde fuera inesperados e incomprensibles, deben o deberían ser siempre aceptados como una parte natural de nuestra existencia.
Pero no, si al final me decido o nos decidimos a tomar decisiones entonces todo el mundo se creerá con el derecho a opinar, a juzgar e incluso a condenar. Cuanto menos nos quieran, cuanto menos nos conozcan más teorías lanzarán al aire que la ignorancia respira o, si lo prefieres, más piedras lanzarán al río intentando que la calma tarde cuanto más mejor en llegar al estuario donde intentaremos traspasar a un nuevo mar. ¿Y entonces? Las ondas producidas por nuestra acción se confundirán con las que se crearon supuestamente para describir las reales causas pero que al final siempre acaban confundiéndolas hasta teñirlas con la cruel y malintencionada sospecha. Aquello que debería estar parcialmente turbio por los efectos que cualquier ruptura comporta acabará ensuciándose por la contaminación de aquellos a los cuales no debería importarles un comino.
Y yo podría decir a mi mujer un día: “Me separo porque ya no te amo y tal y cual y…”. Y a la semana, aún sin llegar al final de la cadena de transmisión, como si siguiéramos jugando al “teléfono”, podría empezar a escucharse: “¡Se separa porque ama a un tal Pascual!”. Y así, de alguna manera, se va justificando lo inexplicable. La estúpida lógica de la mayoría de la audiencia abogaría una y mil veces que esa no es una razón de peso: ¡Separarse porque uno ha dejado de amar! ¡Imposible! ¡Se ha vuelto gay y se enamoró de otro hombre! ¡Dicen que la mujer los pilló en la cama!
Y así funciona… ¿Por qué? Yo consideraría varias razones, aunque seguro que habrá más… Podría hablarte de la tendencia social a buscar explicaciones que no contradigan su modus vivendi, podría explicarte que hay mucha, mucha gente que no soporta el desconocimiento y que suele afrontarlo con la invención o la mentira… También podríamos buscar en la necesidad de llenar los vacíos: ¡hay tantas personas que aceptan vivir una vida vacía de emociones! Y entonces, ¿cómo la van a llenar? Especulando con la vida de los demás, apropiándose de sus sufrimientos, enarbolando su rabia, riendo con sus alegrías y llorando con sus penas… Dramatizan nuestros dramas hasta convertirlos en tragedias y llegan a escandalizarse por el simple placer de sentenciar tus actos para consolidar la idea de que los suyos son los correctos. Aquel razonamiento de que “todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario” ellos lo escribieron un día en el papel higiénico de su cuarto de baño. Necesitan asentar la culpabilidad de los demás para asegurar su inocencia. Si pudiera escoger un apodo para clasificar este tipo de gente los bautizaría tranquilamente con el término “buitres carroñeros de las emociones”. ¿Se nota que mi consideración de esa especie “humana” no es muy alta?
Yo destacaría otra explicación para esas actitudes contaminantes, una razón que iría muy ligada a la forma de meterse en la vida de los demás que acabo de describir y que, sin duda, la convierte aún en más perversa: la tendencia natural que tienen muchos de escoger, entre todas las aclaraciones posibles, la que más atroz resulte. Claro que si solo fuera escoger… El problema es que asumen esa elección como si tuviera que ser verdad y así, sin ninguna conciencia y sin evaluar el daño que pueden causar, la transmiten a todo aquel que quiera escuchar lo cual, obviamente, implica a muchos oyentes y potenciales transmisores…
Si, ya sé, no debería preocuparme demasiado el “qué dirán…”, no debería preocuparnos…, pero, valorando lo dicho, entiende que mi intuición me dice que si al final algo pasa, las consecuencias acabarán inevitablemente siendo mucho más perniciosas de lo que deberían ser. El solo hecho de pensar en eso me asusta, me enrabia, pero debo acabar entendiendo que lo que puedan decir o pensar los demás nunca debe ser un freno para nuestros actos. Y me hago un firme propósito: si nunca llega el momento en que tú me tiendes la mano y, mirando a tu alrededor te estremeces, voy a leerte ese poema con que introduje el capítulo, voy a gritar bien fuerte: ¡Déjalos!

27 jul 2009

Sombras del pasado: el miedo a enamorarse... (2)

Nuevo texto en redacción paralela en este blog (terminado) y en taller del Proyecto Impresiones...







Pasean las sombras desamparadas su descolorido contorno por un camino sin destino. Suelen salir al atardecer, cuando el sol del día a día se retira y la penumbra del ayer recupera su esplendor. Vagan en dudas entre la arboleda y suelen esconderse cuando algo desconocido quiere cruzarse a su paso.


En su deambular actúan por inercia generalmente con pequeños gestos que no interrumpen su pensamiento: pisando hojas secas, devolviendo una sonrisa a quien solo dio un adiós, imaginando esquinas en aquellos pocos rayos de luz que consiguieron perforar la copa de un roble,… Su distraído andar no conduce a dirección alguna; más bien es una pueril excusa para salir, desconectar de aquellos que están para desarrollar sin cadenas la añoranza de lo que tanto se echa a faltar…


Habrá quienes lo tuvieron y en la comparanza con el lleno sufren desconsoladamente el vacío. Otros hay que nunca consiguieron la pleamar, gente que pasó, o pasa aún, la vida esquivando olas en una orilla de una playa inhóspita; o en muchas, que más da… ¿Echará más de menos la sal aquel que nadó sin freno hasta que se ahogó o quien no pudo o no supo o, quien sabe, no quiso nunca empaparse hasta el alma?


Pasean las sombras huérfanas de pasión y su liviano equipaje se traduce en suspiros, en deseos insatisfechos, en sueños disfrazados de quimeras. Suelen andar descalzas, medio de puntillas, deslizando los pasos como si temieran quebrar la hierba del prado o ensuciar la arena del litoral con su piel carente de caricias.


Entre el bosque y la playa hay un árbol casi caído… En su seca madera alguien colgó hace tiempo un cartel. En él se puede aun medio leer: “El verdadero amor es como los espíritus: todos hablan de ellos, pero pocos los han visto.” ¿Será cierto? Quizás no, pero esa sentencia no ayuda a los temerosos transeúntes a bañarse, más bien al contrario…

Cerca de la playa, pisando con timidez allá donde la arena comienza a estar seca, se estampan a cada rato una multitud de sombras expectantes... Miran el mar, inspeccionan el horizonte y persiguen con la vista el ir y venir de cada ola... ¿Será que esperan les traigan algo? ¿Esperarán quizás se humedezca de esperanza su desolación?

Si te acercas al feudo de las almas incompletas y atiendes desde adentro, con el corazón, escucharás un leve murmullo, un susurro a coro de súplicas vanas: "¿Dónde estás?" El amor perdido, quizás nunca hallado... ¡Pobres ilusos! Si supieran, ¿verdad? El aire no te entregará nunca un aroma si no deseas olerlo, la luz no iluminará tu hogar si cierras los ojos,... Y el mar no va a traernos el amor, simplemente nos permitirá bañarlo con la espuma de lo especial... Antes debemos buscarlo, plantarlo o dibujarlo en nuestro interior.

Si cierras la ventana de tu habitación la brisa no podrá acceder y los algodonados pliegues de tus cortinas no danzarán para ti. Si cierras los pórticos la luna y las estrellas no te invitarán a viajar por las mágicas e imprevisibles fuentes de la oscuridad, allá donde se implanta todo sueño de futuro... Si cierras, ¿de verdad crees que algún pajarillo despistado golpeará con su pico tu portal? ¿Quizás algún trovador se atreverá a cantar ante un ventanal infranqueable?

Si cierras... Si cierras las entradas de tu corazón para protegerlo, ¿qué puedes esperar? ¿Acaso crees que te va servir de algo soñar? En el valle donde los amores conciertan sus citas y luchan por escribir bellos romances suele reinar siempre la primavera. Si ardes en deseos de visitarlo no pretendas ir abrigado de pies a cabeza con ropa para esquiar... ¡Venga! Claro que puede nevar, pero tú no ansías quedarte a vivir allí para fabricar tu muñeco de nieve...

Sombras... Reflejos de silueta, perfiles sin color, retratos sin identidad... ¿Será por eso? Mientras algunas atienden cerca del mar las otras, la mayoría, no suelen avenirse a dejar el bosque: ¿qué lugar mejor para quien sólo quiere lamentarse? Hojas entre ramas, raíces sin sabia, flores arrancadas y aguas estancadas...Un lugar ideal para esconder la cobardía de quienes no osan forjar su destino: a veces entre los pétalos de una flor marchitada, otras enganchada al musgo que rodea una fuente que secó su caudal…

Cuenta un petirrojo que forjaba antaño su nido allí que en los lindes de la arboleda con el arenal crecen unos frondosos matorrales que suelen servir de escondrijo para la fraudulenta venta de historias vacías… Las areniscas islas ocultas entre plantas se fueron enmoquetando con el tiempo con gomosos círculos rellenos de baldía fecundidad… Vienen a ser las incoloras fotografías de gritos y suspiros solitarios, de enlaces inconexos de cualquier sentido que no sea el olvido de la pena con la instantánea exaltación del placer. Descarga y flujo, pene y vagina, ¿algo más? Con orgasmos poderosos, ¿pretenden algunas sombras tapar la impotencia por vivir? Vana maquinación…


Pasean las sombras desamparadas su descolorido contorno por un camino sin destino. Suelen salir al atardecer, cuando el sol del día a día se retira y la penumbra del ayer recupera su esplendor. Vagan en dudas entre la arboleda, esperando un destino que nunca llegará., esperando un amor que nunca las amará… Alguien debería contarlas que no se forja un sino aparcando la vida en los errores del pasado… Alguien debería advertirlas que no ama el amor a aquellos que en el resguardo de su corazón lo adormecen… Alguien, pero, ¿escucharían?

Triste balada la de aquellos que dejan que el miedo venza a la ilusión… Amargo transitar el de aquellos que no osan luchar por la vida cuando la realidad cercó su espíritu… Dicen algunos, de aquellos pocos que consiguieron escapar, que justo en el centro del bosque hay un llano. En él crece la hierba de color de sombra, nacen las flores de color de sombra y el aire, al pasar de puntillas, silba como lo haría una sombra… ¿Será un cementerio? No me lo dijeron, pero sí me contaron que en la entrada colgaba otro cartel… En él se podía leer: “Aquellos que viven la vida sin amor murieron con la negación de la vida misma. Yacen enterrados en los miedos del pasado. Si los buscáis, allí los encontrareis”




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