Vivir la ausencia... Me muero por conocerte...

Literatura romántica. El amor platónico.


Prosa poética. El amor existe.



Me muero por conocerte y aún sin tenerte vivo. Tal contradicción confunde mi alma y mi entendimiento trabaja raudo por interpretar las claves cifradas que se amagan en mi presente. Ofuscado por tan ardua tarea vuelvo a delegar. Delego en las musas la búsqueda de aquello que no concibo. Y otra vez, en ellas, con ellas, encuentro aquella razón que me huía, me saluda aquella paz que se perdía. Y escribo...
Me muero por conocerte y, aún sin tenerte, vivo. El suero de la ilusión supera con pasión tu ausencia, y vivo. Vivo cautivo de una carencia y en el aguardo encuentro la esperanza, y en la tardanza hallo todo aquello que con otra tenencia ni guardo ni percibí. Y aunque reviento por gozarte yo te siento muy dentro de mí. En un bello fallo del destino descubrí el arte de amar y ahora no atino, no sé cómo abandonar. O a lo mejor es que no quiero. Porque me asomo al pasado y no te veo. Dora no está. El fiero mutismo retumba y el amor yace enterrado. Y Dora no está. Y el deseo se deshace en aquel seísmo que lo inexistente produce. Y el ayer aduce que tal catacumba no merece el presente. No seduce a la razón lo que no mece al corazón. Y si Dora allí no está yo anhelo mi actual ser. Amo mi tormento porque me apoyó en ti. Desde el cielo un ideal cayó sobre mí. En una mano un sentimiento, en la otra un ramo de sueños, en el resto un insinuante ademán y como prenda mil empeños. Ya nada es vano, ya nada es pobre, pues con su gesto galán puso ante mí una venda mágica que enfundó mis desánimos, que atascó mi trágica senda. Su esencia y su tiento eran en su uso antónimos: ella volaba sin complejos por los vedados valles donde los necesitados de cariño atienden, él limitaba su presencia, confinaba su asiento, a las calles permitidas por los viejos cotos que de niño cultivó. Venden diamantes las presumidas conciencias y dejan sus blancos rotos, pues con sus amantes sugestiones no suscriben contratos. Quizás tan solo ambicionan gratos ratos para ingresar en los bancos de su vanidad, quizás inhiben las impaciencias que enrejan sus propensiones. Cual es su verdad tampoco importa demasiado... ¿Racionan los prodigios sus percepciones cuando descubren vestigios de un bolo actuar? Variado es el zoco de los argumentos que encubren las intenciones y no podemos andar siempre atentos para elegir nuestra respuesta como una apuesta consciente. Entre otras cosas, porque no se presiente lo que no entrevemos y porque nuestra respuesta a veces cuesta mucho controlar. No osas pedir garantías al destino, por muy ducho que seas, pues sabes bien que jamás las recibirías. Y al final, aunque no quieras, cazas lo que te vino, lo abrazas y lo encabes en tu fortuna. Pues aprendiste ya en la cuna que tratar de salir del canal al que el río de la vida te ha llevado no tiene por que ser inteligente. Y anida en mí este pensamiento. Y diga lo que diga la gente, lo que tú me diste no me va a hundir, lo que me viene ya es mío, me lo he ganado, y no lo voy a perder. No voy a desertar. Con gran convencimiento asumo aquello que el hado me ha otorgado. Amar no debe estar maldito y aunque el humo de lo imposible sea tan espeso no crea en mí ni un leve titubeo: de este amor no me veo preso, este amor conlleva un inconcebible rito que no quiero perderme. Y desde mi fuero interno seguirá contribuyendo a fortalecerme la memoria de tus halagos. Y desde la gleba de las inspiraciones continuaré escribiendo la historia de este paraíso que surgió del averno. Sin pagos ni reivindicaciones aquel hombre que quiso borrar el cielo acabará, quizá, creando una oda a lo utópico que asombre al mundo. Y de toda su reseña el vuelo de algunas oraciones marcará el lógico atajuelo que nadie ve, fijará la contraseña que dé paso al más fecundo y hermoso existir. Vivir amando, aun sin ser correspondido, ha podido suponer un glorioso modo de vencer las postraciones, ha podido disimular el ocaso de las ilusiones. Pensar que lo es todo es un candoroso disparate, pero late mi corazón contigo con tal dinamismo que ahora mismo si no sigo perderé la razón.Me muero por conocerte y aún sin tenerte vivo. Vivo confundido pero no me siento nada perdido. Vivo seguramente una locura pero empiezo a pensar que en ti está mi cura. Vivo y, por primera después de mucho tiempo, siento que vivo. Y vivo sigo, ¿no es suficiente motivo?



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