ENLACE CON EL ÍNDICE
3. LA NACIÓN DE GOIG
3.1. Tipología de Goig: De cómo se abrió una ventana i la ilusión voló como un pajaro libre...
Durante el viaje Teresa comprendió porqué Pablo había defendido, de una forma muy hermosa ciertamente, la Teoría de la Relatividad. El tren marchaba a una velocidad más que prudente pero rápida y atravesaban un túnel que nunca se abría. Al principio era lógico, pero cuando llevaban casi dos horas y no habían dejado el tunel… Anda que, ¡Estaban dando vueltas por Madrid? Ja, ja, ja… La Teoría de la Relatividad… ¡No iba a sacar conclusiones!
La gente que la acompañaba iba en silencio. Casi todos miraban por las ventanas… Paredes sucias y oscuridad… Pero no, no miraban al exterior… Miraban hacia dentro.
Quizás Teresa era la única excepción: no pensaba en nada, simplemente observaba… Se sentía extrañamente tranquila y no quería romper ese estado con reflexiones o análisis de nada de lo que había ocurrido, estaba ocurriendo o iba a ocurrir…
A las tres horas llegaron, por fin. La estación de Goig no era nada del otro mundo, desde luego. Podría haber pasado por ser una estación metro de cualquier gran ciudad.
Eso sí, al bajar Teresa se dio cuenta, no era corriente. El suelo del andén era de arena. La arena gruesa y cristalina separaba el tren por ambos lados de unas paredes medio curvadas, rebozadas o enyesadas de blanco. En ambos lados colgaba un cartel, el mismo, donde sobre fondo azul marino resaltaba un mensaje:
Al final del andén esperaba una mujer. Cabello ondulado, pelirroja, con cara y cuerpo pecoso, ojos verde lago y… ¿Cómo no? Una sonrisa cautivadora. Vestía un vestido negro, de hilo, sin mangas, de cuerpo pegado y vuelo de cadera a rodillas… Debería tener unos treinta años…
-Buenos días… Sí, perdonadme, buenos días. Aquí en Goig son las 8 de la mañana. Ei, no pregunten cómo…
Me llamo Aina Lago y Fuego. Soy Presidenta Honorífica del Gobierno de la Nación de Goig y la encargada en el día de hoy de recibirles y darles la bienvenida a nuestra hermosa patria.
-Caramba con esa gente- pensó Teresa- Nos envían a su Presidenta.
-Bien, nuestro buen amigo Pablo ya os advirtió: no penséis, ni evaluéis ni saquéis conclusiones- dijo Aina mirando a Teresa- Ahora nos dirigiremos a la Sala de Proyecciones y allí procederé a introduciros brevemente aspectos diversos de nuestra Tierra, de nuestro paisaje y de nuestra Nación.
Saliendo del andén enfilaron un corredor muy ancho y, cruzando una puerta entraron en una sala cuadrada y grande, de paredes blancas y vacías, menos en una que había una ventana enorme, a través de la cual se podía ver un azulado y limpio cielo.
-Podéis sentaros. Claro, en la arena. ¿Hay asiento más cómodo?
Clarísimo. Iban a mirar el cielo sentados en la arena. Un buen comienzo, la verdad…
-Os ha dicho Pablo que vuestra presencia aquí no está asegurada para todos. Aún así todos y todas vais a conocer nuestra esencia, pues estamos convencidos de que aquellos y aquellas que debáis regresar tarde o temprano estaréis preparados para un nuevo viaje.
Hoy me veis vestida de negro. No, no estoy de luto ni ese es el color con el que aquí en Goig acostumbramos a vestir. Tiene su lógica. Durante el primer día no queremos que nada distraiga vuestra atención. Cuando acabe la proyección pasaréis a la playa de “Los Guías” y allí será vuestro corazón y no vuestros sentidos quien deberá presentar candidatura. Por eso comprobaréis que nadie vestirá otro color que no sea el negro, que nadie se habrá perfumado, que nadie lucirá otra cosa que no sea su mirada…
Bien. ¿Empezamos? Si miráis la ventana se irán sucediendo imágenes y vivencias reales que yo iré narrando. ¿Sí? Estáis preparados? Comencemos, pues…
Teresa miró hacia la ventana y contempló, admirada, como el cielo azul iba subiendo y aparecía una tela blanca colgada de un mástil… Aina comenzó a hablar…
En la tierra de Nunca Quizás existe una minúscula nación llamado Goig. En su bandera no lucen bandas ni colores, pues es una tela en blanco para que cada ciudadano pinte su identidad. Se trata, evidentemente, de un país democrático, pero tan atípico como lo podría ser un gorrión criado en un nido de águilas. Aquí se presume de tener la Constitución, la Magna Carta, más antigua del mundo… Cabría añadir también la más corta… Una única página, un único artículo que obliga a priorizar el bienestar espiritual y emocional de todos y cada uno de los habitantes de tan inusual paraje, la igualdad y la perfecta comunión con la naturaleza… ¿Poca cosa? Quizás toda…
Vuela el águila plateada los cielos de Goig y en su viaje abarca toda su magnitud: desde su anidar en elevados picos de montes colosales hasta la acotada línea arenosa donde la tierra saluda al mar. Por debajo de su planeo se escampa un maravilloso valle, extenso en superficie e intenso en diversidad: planicies anudadas con lomas y montículos, serpenteantes ríos y riachuelos, prados silvestres y campos decorados,… Agua y luz, vida y sueño, hogar sin dueño…
En Goig no hay clases sociales, no hay ricos y pobres, por no haber no hay distinción de ninguna clase, ni cultural, ni étnica, ni religiosa… No significa eso que todas las pieles vivan en el mismo tono, ni que se prohíba el culto a otra religión que no sea la oficial, ni que todos hayan alcanzado el mismo nivel de estudios, ni que las riquezas económicas acumuladas sean para todos iguales, ni que… No, cuesta entenderlo para los que venimos del mundo de Nunca Jamás, pero en Goig aquello que realmente distingue la categoría de cada individuo es lo que sus habitantes apodan “doble felicidad”, o sea la felicidad interior que la persona es capaz de procesar y la felicidad externa, aquella que proporciona a su entorno natural y social. Visto desde este punto de mira y entendiendo que en esa nación todo se programa y confluye para potenciar esas riquezas a la totalidad de la población es fácil aceptar que, con pequeñas variaciones, en la globalidad de vidas y vivencias de los residentes de Goig no hay desequilibrios: todos somos esencialmente muy ricos.
En la costa se distinguen diversas poblaciones, cúmulos de casas blancas que rebotan la luz en un intento de deslumbrar al océano, de devolverle aunque sea con modestia su magnánima presencia. En Goig existe un solo puerto. De él parten cada día las embarcaciones de pesca. Cuentan los pescadores que no hay día que las aguas no correspondan con agrado a la humilde ofrenda que ellos hacen: su sudor, su trabajo, su respeto y, sobretodo, su admiración.
Los cultos religiosos son también como mínimo curiosos. En Goig no creemos en un único Dios, pues pensamos que en cada persona debe desarrollarse una deidad interna: en su riqueza interior, en su capacidad de amar, en el equilibrio entre lo dado y lo recibido, en…,tantas cosas! Así, las iglesias están llenas de espejos curiosamente fabricados… Quizás mágicamente… Por algo se dice que el oficio de los artesanos que construyen esos enseres es el más antiguo del país… Aquí no existen sacerdotes ni sacerdotisas: cada visitante, cada asistente está obligado a asumir ese rol. La gente asiste a los templos cada día, al atardecer. Nos sentamos cada uno delante de un espejo y nos miramos fijamente a los ojos… ¿Existe mejor forma de conectar con tu interior? Cuando alguien tiene reales problemas para verse, cuando alguien guarda en su equipaje una brizna de tristeza, de angustia o desolación, cuando…, el espejo se rompe, se resquebraja en más o menos pedazos según la magnitud del desconsuelo. Y según esa misma magnitud acudimos ipso facto más o menos personas a acompañar al afligido… Acudimos y le abrazamos, lo arrullamos y le permitimos, si lo necesita vaciar su dolor en lágrimas, en gritos, quizás… Luego nos quedamos con el afectado quienes él designa: para escucharle, para aconsejarle, si es requerido, para cursar el don más preciado en aquellos lugares: la ternura. Si conviene le acompañaremos a casa, quedaremos con él para el día siguiente…
Las playas de Goig son de arena cristalina, blanca y dorada cual corona de la reina ola. Visitantes de todo el país acuden cada día para bañarse. Nadie pretende tomar el sol, nadie… No osaríamos tomar prestado nada más. Con su luz, su calor y la vida regalada día a día ya basta… Ya sobra… En la orilla del mar se agrupan familias jugando con el vaivén de las olas… Remojando su niñez, humedeciendo su alegría se preparan para un baño siempre revitalizador. Decimos aquí que cuando la sal y el agua acarician tu piel los poros se abren y dejan paso al camino que enlaza cuerpo y corazón, materia y alma… ¡La sal de la vida! ¿Cómo no?
En Goig procuramos enseñar el curso de la felicidad desde antes del nacimiento: no se conoce la historia de un hijo nacido sin haber sido deseado por sus padres… Los talleres preparto que aquí se imparten comienzan antes de la fecundación e incluyen, evidentemente, bastante más que la preparación para afrontar el dolor. Aquí valoramos la maternidad y la paternidad como uno de los más preciados tesoros que un ser puede asumir y cuidamos muy mucho la preparación para ser digno de ese rol.
Tres ríos desembocan en el océano: el Valor, el Plaer y el Viure. De los tres el más caudaloso suele ser el último, quizás por estar en el centro quizás por tener su nacimiento en lo más alto del monte Cor, quizás… Las aguas fluviales llegan al mar tan limpias y puras como la clara de un huevo… Vaya comparación, pensaréis… No es mía: en Goig entendemos al río como manantial desde que nace hasta que muere. Para nosotros es como la clara que protege a la yema, un envoltorio para una preciosa fuente de vida, un excluso que acaba fundiéndose con el incluso para regar tierras y crear matices, para bañar y ser canal de baño, para dar vida y ser vivero…
Con cada niño que nace renace la vida de todos aquellos que le vamos a acompañar. No hay fiesta más especial ni acontecimiento más celebrado. Un recién nacido viene al mundo con sabor a futuro, con olor a destino… Un pueblo que no guarnece con flores el mañana puede concluir sus días en un desierto incoloro. Un pueblo que no cante al camino, ¿escuchará nunca la melodía del horizonte?
Los paisajes de ribera se encantan con la abundancia de flora y fauna. Álamos y chopos blancos, tarajes, mimbres, olmos y fresnos, … Zarzamoras, tapaculeros, madreselvas, vidalva, emborrachacabras, espinos blancos, … Playitas de piedras redondas, tierra encharcada, rocas embadurnadas de verde mohoso, suelos humectados de marrón chocolate, herbajes con trajes de flores salvajes… Un paraíso donde late la armonía, donde los espíritus volantes se reencarnan en aves y pájaros que anidan y crían en libertad: mirlos acuáticos, el martín pescador, el pechiazul y el ruiseñor, patos y ánades reales, oropéndolas y carpinteros, …
En Goig no hay patrón ni ley que impida a la madre y al padre estar con sus hijos tanto como sea necesario… ¿Permisos? ¿Para qué? Se confía, se sabe… En tal sociedad nadie abusa de sus derechos… Durante el primer año de vida del bebé existen en cada población centros abiertos donde las familias con hijos tan pequeños pueden convivir y aprender, en espacios adecuados, con amplitud de recursos y con tutores especialistas en la primera infancia. La asistencia, ¿cómo no?, es voluntaria. ¿Quién va a dejar de ir? ¿En Goig? Nadie.
Existe la creencia entre los Goigeños de que en el manantial de cada río habita una comunidad de duendes. Familias de Fonts, que así los apodamos, cuidan con esmero el flujo del agua, acunan al cauce bebé para que repose su ímpetu, y preparan cada gota para que asuma su importancia en el ciclo vital. Cuentan las leyendas al respecto que un Font es un ser tan diminuto que cabe en una chispa de agua. De color azul traslúcido esos personajes pueden ganarse una vida gloriosa en un instante o morir con el río tras una larga espera sin sentido… Su sueño reside en cuidar su gota para que genere vida. Si lo consiguen vivirán para siempre… Si no, morirán con el olvido…
En Goig no existen escuelas como tales. Los niños asisten diariamente a los llamados Llars de Vida, unos centros donde se les motiva en los diferentes aprendizajes a la vez que se les guía para desarrollar sus capacidades. En los Llars se entiende que para que el niño saque provecho del saber debe aprender no solo a guardarlo, debe asimilar tanto las formas de llegar a él como las derivaciones y utilidades que puede darle. Para nosotros no se trata de educar, se trata de ayudar a crecer. La distinción entre maestros y alumnos, como tal, no existe: aquí todos aprendemos de todos, nunca dejamos de crecer y en ese crecimiento somos condiscípulos. Cuando visiten un llar con su guía les explicaran otras particularidades de una Educación muy singular y provechosa.
Cuenta la leyenda que una vez la brisa marina atravesó el valle de Goig y no pudo regresar. Primero se acostó en extensas y coloreadas plantaciones de flores y su olfato tuvo un sueño tan bello que no quiso despertar. Luego sobrevoló bosques y bosques, rozando follajes espesos y acariciando la baja hierba; su tacto quedó embelesado y no quiso marchar… Entonces quiso andar entre los árboles frutales, los huertos y los campos sembrados y, probando de aquí y de allá, sació su gusto y lo dejó durmiendo junto al río… Allí la brisa escuchó el sonido de las aguas, el canto apasionado de peces y ranas saltarines, y enamoró su oído… La brisa, encantada de tantas alegrías quiso suplicar al sol la dejara quedarse, pero, al mirarlo, se cegó temporalmente. Cuando el mar vino a buscarla la encontró ciega y desvalida. Desde aquel día el valle de Goig tiene a perpetuidad una invitada de lujo…
En nuestra nación no existen grandes ciudades. Los núcleos urbanos tienen una superficie máxima determinada y unos márgenes de población flexibles pero también limitados. Se considera que esos núcleos deben autogobernarse y que su dinámica será más ágil y solidaria si la gente se conoce. Nuestra nación no cuenta con una Capital, entendida como tal. Nuestra plaza del Parlamento cambia cada año de población. El nuevo destino se decide por sorteo. Les remito aquí también a las explicaciones que pueda darles su guía: el sistema político de Goig es algo de lo que estamos muy orgullosos.
La sesión se alargó durante casi toda la mañana. Los asistentes deberían estar agotados del viaje, de las tensiones previas, de… tantas cosas. Pero nadie se durmió. Sentados o echados en la arena reposaban algo más que sus cuerpos. Eran todos espíritus ansiosos de volar y en esa exposición había mucho más que información… Ante ellos se abría un mundo donde volar su imaginación más allá de un sueño, un campo donde asentar sus anhelos y confundirlos con realidades.
Teresa no recordaba haber sentido una paz interior tan rica en esperanza como la que se estaba desnudando en sus pensamientos, en su razón, en sus sentidos, … Iba desnudándose para vestirse con su piel, para mirar con sus ojos, acariciar con sus manos, besar con sus labios, …, sentir con su corazón… Se sentía niña, muy niña,… Se sentía como una princesa recién llegada a su Reino, un paraíso donde todas las cosas y todos los seres iban a velar por su crecimiento… ¿Recién llegada? ¿Crecimiento? Entonces se dio cuenta: estaba empezando el parto. Teresa, por fin, ¡iba a nacer!
Durante más de cuatro horas Aina había ido relatando con voz pausada y suave todo aquello que tras la ventana se mostraba. De lo visto, de lo vivido y narrado quedarán muchos detalles por mostrar. No importa: en próximos capítulos ya se descubrirán. Queda aun mucho libro para escribirlo, queda aun mucha vida para cantarlo…
Cuando la sesión terminó el cielo azul volvió a mostrarse en la ventana. Aina los miró fijamente a todos a los ojos… Sí, como aquel retrato que una galería de arte devuelve al unísono la mirada a todos aquellos que lo contemplan… Los miró y concluyó…
-Sé que tenéis muchas preguntas, muchísimas… No voy a responder ninguna. Llegó la hora, vuestra hora… Partimos hacia la playa de “Los Guías”. Os desearía suerte, pero no es eso lo que necesitáis. Os desearé, pues, que vuestras almas sepan y puedan encontrar su guía…
CONTINUA
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La gente que la acompañaba iba en silencio. Casi todos miraban por las ventanas… Paredes sucias y oscuridad… Pero no, no miraban al exterior… Miraban hacia dentro.
Quizás Teresa era la única excepción: no pensaba en nada, simplemente observaba… Se sentía extrañamente tranquila y no quería romper ese estado con reflexiones o análisis de nada de lo que había ocurrido, estaba ocurriendo o iba a ocurrir…
A las tres horas llegaron, por fin. La estación de Goig no era nada del otro mundo, desde luego. Podría haber pasado por ser una estación metro de cualquier gran ciudad.
Eso sí, al bajar Teresa se dio cuenta, no era corriente. El suelo del andén era de arena. La arena gruesa y cristalina separaba el tren por ambos lados de unas paredes medio curvadas, rebozadas o enyesadas de blanco. En ambos lados colgaba un cartel, el mismo, donde sobre fondo azul marino resaltaba un mensaje:
Al final del andén esperaba una mujer. Cabello ondulado, pelirroja, con cara y cuerpo pecoso, ojos verde lago y… ¿Cómo no? Una sonrisa cautivadora. Vestía un vestido negro, de hilo, sin mangas, de cuerpo pegado y vuelo de cadera a rodillas… Debería tener unos treinta años…
-Buenos días… Sí, perdonadme, buenos días. Aquí en Goig son las 8 de la mañana. Ei, no pregunten cómo…
Me llamo Aina Lago y Fuego. Soy Presidenta Honorífica del Gobierno de la Nación de Goig y la encargada en el día de hoy de recibirles y darles la bienvenida a nuestra hermosa patria.
-Caramba con esa gente- pensó Teresa- Nos envían a su Presidenta.
-Bien, nuestro buen amigo Pablo ya os advirtió: no penséis, ni evaluéis ni saquéis conclusiones- dijo Aina mirando a Teresa- Ahora nos dirigiremos a la Sala de Proyecciones y allí procederé a introduciros brevemente aspectos diversos de nuestra Tierra, de nuestro paisaje y de nuestra Nación.
Saliendo del andén enfilaron un corredor muy ancho y, cruzando una puerta entraron en una sala cuadrada y grande, de paredes blancas y vacías, menos en una que había una ventana enorme, a través de la cual se podía ver un azulado y limpio cielo.
-Podéis sentaros. Claro, en la arena. ¿Hay asiento más cómodo?
Clarísimo. Iban a mirar el cielo sentados en la arena. Un buen comienzo, la verdad…
-Os ha dicho Pablo que vuestra presencia aquí no está asegurada para todos. Aún así todos y todas vais a conocer nuestra esencia, pues estamos convencidos de que aquellos y aquellas que debáis regresar tarde o temprano estaréis preparados para un nuevo viaje.
Hoy me veis vestida de negro. No, no estoy de luto ni ese es el color con el que aquí en Goig acostumbramos a vestir. Tiene su lógica. Durante el primer día no queremos que nada distraiga vuestra atención. Cuando acabe la proyección pasaréis a la playa de “Los Guías” y allí será vuestro corazón y no vuestros sentidos quien deberá presentar candidatura. Por eso comprobaréis que nadie vestirá otro color que no sea el negro, que nadie se habrá perfumado, que nadie lucirá otra cosa que no sea su mirada…
Bien. ¿Empezamos? Si miráis la ventana se irán sucediendo imágenes y vivencias reales que yo iré narrando. ¿Sí? Estáis preparados? Comencemos, pues…
Teresa miró hacia la ventana y contempló, admirada, como el cielo azul iba subiendo y aparecía una tela blanca colgada de un mástil… Aina comenzó a hablar…
En la tierra de Nunca Quizás existe una minúscula nación llamado Goig. En su bandera no lucen bandas ni colores, pues es una tela en blanco para que cada ciudadano pinte su identidad. Se trata, evidentemente, de un país democrático, pero tan atípico como lo podría ser un gorrión criado en un nido de águilas. Aquí se presume de tener la Constitución, la Magna Carta, más antigua del mundo… Cabría añadir también la más corta… Una única página, un único artículo que obliga a priorizar el bienestar espiritual y emocional de todos y cada uno de los habitantes de tan inusual paraje, la igualdad y la perfecta comunión con la naturaleza… ¿Poca cosa? Quizás toda…
Vuela el águila plateada los cielos de Goig y en su viaje abarca toda su magnitud: desde su anidar en elevados picos de montes colosales hasta la acotada línea arenosa donde la tierra saluda al mar. Por debajo de su planeo se escampa un maravilloso valle, extenso en superficie e intenso en diversidad: planicies anudadas con lomas y montículos, serpenteantes ríos y riachuelos, prados silvestres y campos decorados,… Agua y luz, vida y sueño, hogar sin dueño…
En Goig no hay clases sociales, no hay ricos y pobres, por no haber no hay distinción de ninguna clase, ni cultural, ni étnica, ni religiosa… No significa eso que todas las pieles vivan en el mismo tono, ni que se prohíba el culto a otra religión que no sea la oficial, ni que todos hayan alcanzado el mismo nivel de estudios, ni que las riquezas económicas acumuladas sean para todos iguales, ni que… No, cuesta entenderlo para los que venimos del mundo de Nunca Jamás, pero en Goig aquello que realmente distingue la categoría de cada individuo es lo que sus habitantes apodan “doble felicidad”, o sea la felicidad interior que la persona es capaz de procesar y la felicidad externa, aquella que proporciona a su entorno natural y social. Visto desde este punto de mira y entendiendo que en esa nación todo se programa y confluye para potenciar esas riquezas a la totalidad de la población es fácil aceptar que, con pequeñas variaciones, en la globalidad de vidas y vivencias de los residentes de Goig no hay desequilibrios: todos somos esencialmente muy ricos.
En la costa se distinguen diversas poblaciones, cúmulos de casas blancas que rebotan la luz en un intento de deslumbrar al océano, de devolverle aunque sea con modestia su magnánima presencia. En Goig existe un solo puerto. De él parten cada día las embarcaciones de pesca. Cuentan los pescadores que no hay día que las aguas no correspondan con agrado a la humilde ofrenda que ellos hacen: su sudor, su trabajo, su respeto y, sobretodo, su admiración.
Los cultos religiosos son también como mínimo curiosos. En Goig no creemos en un único Dios, pues pensamos que en cada persona debe desarrollarse una deidad interna: en su riqueza interior, en su capacidad de amar, en el equilibrio entre lo dado y lo recibido, en…,tantas cosas! Así, las iglesias están llenas de espejos curiosamente fabricados… Quizás mágicamente… Por algo se dice que el oficio de los artesanos que construyen esos enseres es el más antiguo del país… Aquí no existen sacerdotes ni sacerdotisas: cada visitante, cada asistente está obligado a asumir ese rol. La gente asiste a los templos cada día, al atardecer. Nos sentamos cada uno delante de un espejo y nos miramos fijamente a los ojos… ¿Existe mejor forma de conectar con tu interior? Cuando alguien tiene reales problemas para verse, cuando alguien guarda en su equipaje una brizna de tristeza, de angustia o desolación, cuando…, el espejo se rompe, se resquebraja en más o menos pedazos según la magnitud del desconsuelo. Y según esa misma magnitud acudimos ipso facto más o menos personas a acompañar al afligido… Acudimos y le abrazamos, lo arrullamos y le permitimos, si lo necesita vaciar su dolor en lágrimas, en gritos, quizás… Luego nos quedamos con el afectado quienes él designa: para escucharle, para aconsejarle, si es requerido, para cursar el don más preciado en aquellos lugares: la ternura. Si conviene le acompañaremos a casa, quedaremos con él para el día siguiente…
Las playas de Goig son de arena cristalina, blanca y dorada cual corona de la reina ola. Visitantes de todo el país acuden cada día para bañarse. Nadie pretende tomar el sol, nadie… No osaríamos tomar prestado nada más. Con su luz, su calor y la vida regalada día a día ya basta… Ya sobra… En la orilla del mar se agrupan familias jugando con el vaivén de las olas… Remojando su niñez, humedeciendo su alegría se preparan para un baño siempre revitalizador. Decimos aquí que cuando la sal y el agua acarician tu piel los poros se abren y dejan paso al camino que enlaza cuerpo y corazón, materia y alma… ¡La sal de la vida! ¿Cómo no?
En Goig procuramos enseñar el curso de la felicidad desde antes del nacimiento: no se conoce la historia de un hijo nacido sin haber sido deseado por sus padres… Los talleres preparto que aquí se imparten comienzan antes de la fecundación e incluyen, evidentemente, bastante más que la preparación para afrontar el dolor. Aquí valoramos la maternidad y la paternidad como uno de los más preciados tesoros que un ser puede asumir y cuidamos muy mucho la preparación para ser digno de ese rol.
Tres ríos desembocan en el océano: el Valor, el Plaer y el Viure. De los tres el más caudaloso suele ser el último, quizás por estar en el centro quizás por tener su nacimiento en lo más alto del monte Cor, quizás… Las aguas fluviales llegan al mar tan limpias y puras como la clara de un huevo… Vaya comparación, pensaréis… No es mía: en Goig entendemos al río como manantial desde que nace hasta que muere. Para nosotros es como la clara que protege a la yema, un envoltorio para una preciosa fuente de vida, un excluso que acaba fundiéndose con el incluso para regar tierras y crear matices, para bañar y ser canal de baño, para dar vida y ser vivero…
Con cada niño que nace renace la vida de todos aquellos que le vamos a acompañar. No hay fiesta más especial ni acontecimiento más celebrado. Un recién nacido viene al mundo con sabor a futuro, con olor a destino… Un pueblo que no guarnece con flores el mañana puede concluir sus días en un desierto incoloro. Un pueblo que no cante al camino, ¿escuchará nunca la melodía del horizonte?
Los paisajes de ribera se encantan con la abundancia de flora y fauna. Álamos y chopos blancos, tarajes, mimbres, olmos y fresnos, … Zarzamoras, tapaculeros, madreselvas, vidalva, emborrachacabras, espinos blancos, … Playitas de piedras redondas, tierra encharcada, rocas embadurnadas de verde mohoso, suelos humectados de marrón chocolate, herbajes con trajes de flores salvajes… Un paraíso donde late la armonía, donde los espíritus volantes se reencarnan en aves y pájaros que anidan y crían en libertad: mirlos acuáticos, el martín pescador, el pechiazul y el ruiseñor, patos y ánades reales, oropéndolas y carpinteros, …
En Goig no hay patrón ni ley que impida a la madre y al padre estar con sus hijos tanto como sea necesario… ¿Permisos? ¿Para qué? Se confía, se sabe… En tal sociedad nadie abusa de sus derechos… Durante el primer año de vida del bebé existen en cada población centros abiertos donde las familias con hijos tan pequeños pueden convivir y aprender, en espacios adecuados, con amplitud de recursos y con tutores especialistas en la primera infancia. La asistencia, ¿cómo no?, es voluntaria. ¿Quién va a dejar de ir? ¿En Goig? Nadie.
Existe la creencia entre los Goigeños de que en el manantial de cada río habita una comunidad de duendes. Familias de Fonts, que así los apodamos, cuidan con esmero el flujo del agua, acunan al cauce bebé para que repose su ímpetu, y preparan cada gota para que asuma su importancia en el ciclo vital. Cuentan las leyendas al respecto que un Font es un ser tan diminuto que cabe en una chispa de agua. De color azul traslúcido esos personajes pueden ganarse una vida gloriosa en un instante o morir con el río tras una larga espera sin sentido… Su sueño reside en cuidar su gota para que genere vida. Si lo consiguen vivirán para siempre… Si no, morirán con el olvido…
En Goig no existen escuelas como tales. Los niños asisten diariamente a los llamados Llars de Vida, unos centros donde se les motiva en los diferentes aprendizajes a la vez que se les guía para desarrollar sus capacidades. En los Llars se entiende que para que el niño saque provecho del saber debe aprender no solo a guardarlo, debe asimilar tanto las formas de llegar a él como las derivaciones y utilidades que puede darle. Para nosotros no se trata de educar, se trata de ayudar a crecer. La distinción entre maestros y alumnos, como tal, no existe: aquí todos aprendemos de todos, nunca dejamos de crecer y en ese crecimiento somos condiscípulos. Cuando visiten un llar con su guía les explicaran otras particularidades de una Educación muy singular y provechosa.
Cuenta la leyenda que una vez la brisa marina atravesó el valle de Goig y no pudo regresar. Primero se acostó en extensas y coloreadas plantaciones de flores y su olfato tuvo un sueño tan bello que no quiso despertar. Luego sobrevoló bosques y bosques, rozando follajes espesos y acariciando la baja hierba; su tacto quedó embelesado y no quiso marchar… Entonces quiso andar entre los árboles frutales, los huertos y los campos sembrados y, probando de aquí y de allá, sació su gusto y lo dejó durmiendo junto al río… Allí la brisa escuchó el sonido de las aguas, el canto apasionado de peces y ranas saltarines, y enamoró su oído… La brisa, encantada de tantas alegrías quiso suplicar al sol la dejara quedarse, pero, al mirarlo, se cegó temporalmente. Cuando el mar vino a buscarla la encontró ciega y desvalida. Desde aquel día el valle de Goig tiene a perpetuidad una invitada de lujo…
En nuestra nación no existen grandes ciudades. Los núcleos urbanos tienen una superficie máxima determinada y unos márgenes de población flexibles pero también limitados. Se considera que esos núcleos deben autogobernarse y que su dinámica será más ágil y solidaria si la gente se conoce. Nuestra nación no cuenta con una Capital, entendida como tal. Nuestra plaza del Parlamento cambia cada año de población. El nuevo destino se decide por sorteo. Les remito aquí también a las explicaciones que pueda darles su guía: el sistema político de Goig es algo de lo que estamos muy orgullosos.
La sesión se alargó durante casi toda la mañana. Los asistentes deberían estar agotados del viaje, de las tensiones previas, de… tantas cosas. Pero nadie se durmió. Sentados o echados en la arena reposaban algo más que sus cuerpos. Eran todos espíritus ansiosos de volar y en esa exposición había mucho más que información… Ante ellos se abría un mundo donde volar su imaginación más allá de un sueño, un campo donde asentar sus anhelos y confundirlos con realidades.
Teresa no recordaba haber sentido una paz interior tan rica en esperanza como la que se estaba desnudando en sus pensamientos, en su razón, en sus sentidos, … Iba desnudándose para vestirse con su piel, para mirar con sus ojos, acariciar con sus manos, besar con sus labios, …, sentir con su corazón… Se sentía niña, muy niña,… Se sentía como una princesa recién llegada a su Reino, un paraíso donde todas las cosas y todos los seres iban a velar por su crecimiento… ¿Recién llegada? ¿Crecimiento? Entonces se dio cuenta: estaba empezando el parto. Teresa, por fin, ¡iba a nacer!
Durante más de cuatro horas Aina había ido relatando con voz pausada y suave todo aquello que tras la ventana se mostraba. De lo visto, de lo vivido y narrado quedarán muchos detalles por mostrar. No importa: en próximos capítulos ya se descubrirán. Queda aun mucho libro para escribirlo, queda aun mucha vida para cantarlo…
Cuando la sesión terminó el cielo azul volvió a mostrarse en la ventana. Aina los miró fijamente a todos a los ojos… Sí, como aquel retrato que una galería de arte devuelve al unísono la mirada a todos aquellos que lo contemplan… Los miró y concluyó…
-Sé que tenéis muchas preguntas, muchísimas… No voy a responder ninguna. Llegó la hora, vuestra hora… Partimos hacia la playa de “Los Guías”. Os desearía suerte, pero no es eso lo que necesitáis. Os desearé, pues, que vuestras almas sepan y puedan encontrar su guía…
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