Miquel Beltran i Carreté, padre de tres hijos, maestro durante 35 años y escritor, con tres novelas, un largo poema y otros muy diversos trabajos ya publicados. Recién jubilado y después de décadas ofreciendo a miles de personas mis escritos y tareas, he encontrado esta aplicación que me permitirá seguir compartiendo con toda clase de público mi saber, mi alma y mi corazón. Os espero y os anticipo un muy cálido abrazo.
El amor de mi vida.... Citas, Frases, Pensamientos y reflexiones sobre el Amor y El Desamor
El amor y el desamor...Citas y frases, pensamientos y reflexiones... Un romántico blog que te invita a quedarte...El amor existe. Te ofrezco mis pensamientos y reflexiones, mis vivencias, mi vida, ... Te propongo un viaje por el que pretende ser el blog de los sentimientos, de las emociones, del amor, de la pasión escrita,... Narrativa, poemas, cuentos, vídeos, canciones,... La vida, el amor, la amistad... Seas bienvenido/ da.
14 ene 2021
18 nov 2019
Odas de amor... En mi mente un baile de palabras...
Literatura romántica. Palabras de amor.
El amor existe y la vida es bella.
Hoy me acosté y no pude descansar. En mi mente un baile de bellas palabras, una orgía de frases apasionadas por juntarse hacían sonar aquel despertador que te mantiene sereno y te niega el sueño. Entonces me levanté y todo mi cuerpo quiso correr para ponerse ante la ya muy querida pantalla donde mis pensamientos vienen a nadar en aquella latente tinta que está delineando mi bello viaje hacia el infinito que mi nunca acabada declaración de amor parece buscar. Y mis dedos corrieron inquietos por el teclado mientras mis ojos se entrecerraban y mi corazón se reía, seguro, por sentirse otra vez triunfador en sus propósitos... Y en la computadora empezaron a lucirse unas letras cuya paternidad me costaba reconocer pero que en su hermosura no dudé en adjudicar a esa joya que cuelga de mis emociones desde hace tanto...
Contigo, mi luz, curé la ceguera que en la era de mi vida mantenía clavada una cruz. Esa cruz, sí, que, asentada en la mentira, anida el conformismo con lo establecido por las morales impuestas. Esa cruz que, apoyada en los corales de los mares sin ira, te obliga a renunciar a ti mismo y te impide escalar aquellas cuestas que tus profundos cantares y tu ilusión amiga anhelan. Y, como en un seísmo que en el destruir construye, con su renacer mi visión me mostró unos mundos donde el sufrir termina y la pena huye, donde las almas dejan su alacena y vuelan, donde los corazones ondean sus banderas con calmas canciones, con largas esperas sin cargas ni oscuros reversos, con puros y románticos versos que se disfrazan de prosa para amagar sus cánticos, y que en su ondulado viaje cazan los sueños para venderlos a sus dueños con la amorosa percepción de aquel paisaje donde la amada espera al enamorado, donde tu única religión reza para tenerla siempre a tu lado. Y en un comienzo que de la nada empieza, quiso el hado que me transformara en trovador para poder glosar todas aquellas odas de amor que la mágica vara de aquel cortejo secreto convertía en un inquieto festejo que, con música matizada de balada, resaltaba, entre todas, las bodas de dos ánimas dobladas, de dos seres tocados por las hadas que en su historia nacieron para darse la gloria. Y así, contigo, sigo... Días, semanas y meses cumplieron ya un año y en verdad no hallo apaño que ponga remedio a lo que callo en mi ansiedad escribiendo. Y sigo, sigo viendo lo que tú quizás verías si a través de las ventanas de mis sentidos hubieras escuchado la milonga que, con tus cumplidos halagos, resonó cual eco reiterado en el vado donde mis desesperanzas se acomodaban y despertó mis vagos y cansados ideales del seco adormecer de los rendidos. Y en el mecer de los recuerdos mis añoranzas curaron mis males vistiendo la locura de tu imposible tenencia con cuerdos proyectos que estiraban la curvatura de mi paciencia para otorgarle nuevos y rectos ánimos, para hacer creíble lo que las dudas y la moral pretendían negar con vehemente elocuencia. Y contigo, así, sigo. Sigo guardando en el archivo que mi mente más alumbra aquellas bellas frases que quizás en un cruzar el portal de tu sentir vencerían el miedo que deslumbra, dando paso al ocaso del pasado y al germinar en ti de un nuevo credo, aquel que ambienta con suaves compases y gobierna con tierna misión el misterio que cuenta las claves, la única razón donde el imperio de tu auténtica felicidad podría esconder su verdad.
Y en la computadora lucieron unas letras que en un precioso y rimado juego de palabras mecieron la cuna de mi tranquilidad hasta que, con un bostezo de mis ansias, pude despedir mi discurso y recuperar el sueño. Y en un hoy vuelto mañana releí lo escrito y decidí acabarlo con un bonito: “Ayer me acosté otra vez, después de conversar contigo, y pude por fin descansar...”.
Y en la computadora lucieron unas letras que en un precioso y rimado juego de palabras mecieron la cuna de mi tranquilidad hasta que, con un bostezo de mis ansias, pude despedir mi discurso y recuperar el sueño. Y en un hoy vuelto mañana releí lo escrito y decidí acabarlo con un bonito: “Ayer me acosté otra vez, después de conversar contigo, y pude por fin descansar...”.
(fragmento del libro A la luna, a ti, mi cielo, y a mis queridas estrellas)
#amor #literaturaromantica
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17 oct 2019
La posesividad: un amor enjaulado...
Del amor al desamor
La posesividad, un mal a erradicar
Texto del libro de la imagen. Para ver el libro en Amazon clica en el siguiente link
a la luna a ti mi cielo
Hace unos días pasé un buen rato hablando con un compañero del trabajo. La verdad es que hasta ahora nunca nada, más allá de la profesión y la proximidad laboral, nos había acercado a intimar. Y así, con temas banales y curiosidades sin importancia relativas a la escuela, empezamos nuestra conversación. Pero luego, no sé decirte ni el cómo ni el porqué, nos encontramos hablando de algo que estaba afectando su vida y que loe tenía muy preocupado. Quizás fue su necesidad, quizás mi forma de ser abierta siempre a escuchar, a lo mejor fue un simple comentario que encendió la luz de la oportunidad,… No sé.
Me contaba mi compañero que su mujer había sido siempre muy celosa y que, con el tiempo, esa "cualidad" de su carácter la estaba llevando a ser cada vez más posesiva y desconfiada. Parecía como si quisiera controlarle todo, absolutamente todo lo que hacía. Las preguntas relativas al tiempo que debían pasar separados se volvían cada vez más inquisitorias y cuando estaban juntos a veces llegaba hasta el punto de obsesionarse con aquello que podía estar pasando por su cabeza. Ella intentaba controlarle su agenda, sus llamadas telefónicas, sus gastos, sus mensajes,…
El hombre siguió contándome como se sentía cada día más prisionero y, de alguna manera, aún sin decirlo, como a medida que más y más le intentaban apretar las cadenas más y más ganas tenía de alejarse y volar… Yo casi no dije nada, cosa rara en mí, y me limité a formular dos preguntas: "¿Crees que ella te ama?", "¿y tú, la amas aún?", y ante sus inseguras pero afirmativas respuestas le solté una débil, seguramente a partir de mi situación, afirmación: "Pues tendríais que hablar y hacer lo que sea para arreglaros, antes de que sea demasiado tarde…".
Acostumbro a ser persona que, cuando le plantean una problemática entre dos personas, y más si llega la información de un solo lado, lo pone todo entre algodones. Detrás de un posible desacuerdo o desamor puede haber tantas, tantas y tantas circunstancias ocultas que en la mayoría de los casos ni los mismos implicados están capacitados para valorar el problema en toda su dimensión. Y si no lo están ellos, imagínate los de afuera…
Sí me gustaría, entonces, entrar a valorar un hecho que esta historia presenta, una de esas muchas contradicciones que el amor presenta tiene y que, seguro, no pocas veces ha llegado a ser tan importante que ha concluido con su finiquito: los celos y la posesividad enfermiza que pueden conllevar. La desconfianza y la necesidad de, para no perder, retener al máximo al ser querido…
El amor oculta muchos tesoros, preciadas joyas que pueden enriquecer una relación entre dos personas hasta convertirla en excelsa. La libertad es uno de ellosaquellos. La confianza debe ser otro… Yo soy libre para amarte y así me debo sentir. El amor no puede ser el pago de nada y nunca se puede tomar como algo obligado, ni en la magnitud ni en la forma. Si lo que siento por mi amada no es suficiente, si lo que muestro y lo que estoy dispuesto a dar no alcanza los mínimos entonces seguramente deberemos empezar a hablar de desamor. Pues si amo de verdad no dejaré lugar para las dudas, para la insegura desconfianza. Si amo de verdad mi pareja no precisará más explicaciones que las que le den mis miradas, mis besos, mis palabras, mis silencios,… Ella sabrá que en mi vida no puede haber otra. Aunque en mi pasado hubiera sido un pendón, un imparable mujeriego, si amo a mi mujer no se pasará por mi cabeza hacer nada que atente al merecido respeto, nada que pueda dañarla… Si la amo me mereceré la libertad de volar sin vigilancia porque mis sentimientos y mi trato generarán en ella la máxima confianza… Y si la amo sabré percibir con toda su esencia el amor que ella siente por mí, y saboreándolo podré estar tranquilo, y degustándolo podré abrir también su libertad y asentarla en las más confiadas expectativas…
¿Me dejas? Mientras escribía ha ido naciendo en mí, movido por mi innato espíritu de creador y narrador de cuentos, una idea, un relato que me gustaría dedicar a todos aquellos y aquellas, hombres y mujeres, que quieren proteger el amor con cadenas, que necesitan asegurar la tenencia con ataduras… ¿Sí?
El hombre siguió contándome como se sentía cada día más prisionero y, de alguna manera, aún sin decirlo, como a medida que más y más le intentaban apretar las cadenas más y más ganas tenía de alejarse y volar… Yo casi no dije nada, cosa rara en mí, y me limité a formular dos preguntas: "¿Crees que ella te ama?", "¿y tú, la amas aún?", y ante sus inseguras pero afirmativas respuestas le solté una débil, seguramente a partir de mi situación, afirmación: "Pues tendríais que hablar y hacer lo que sea para arreglaros, antes de que sea demasiado tarde…".
Acostumbro a ser persona que, cuando le plantean una problemática entre dos personas, y más si llega la información de un solo lado, lo pone todo entre algodones. Detrás de un posible desacuerdo o desamor puede haber tantas, tantas y tantas circunstancias ocultas que en la mayoría de los casos ni los mismos implicados están capacitados para valorar el problema en toda su dimensión. Y si no lo están ellos, imagínate los de afuera…
Sí me gustaría, entonces, entrar a valorar un hecho que esta historia presenta, una de esas muchas contradicciones que el amor presenta tiene y que, seguro, no pocas veces ha llegado a ser tan importante que ha concluido con su finiquito: los celos y la posesividad enfermiza que pueden conllevar. La desconfianza y la necesidad de, para no perder, retener al máximo al ser querido…
El amor oculta muchos tesoros, preciadas joyas que pueden enriquecer una relación entre dos personas hasta convertirla en excelsa. La libertad es uno de ellosaquellos. La confianza debe ser otro… Yo soy libre para amarte y así me debo sentir. El amor no puede ser el pago de nada y nunca se puede tomar como algo obligado, ni en la magnitud ni en la forma. Si lo que siento por mi amada no es suficiente, si lo que muestro y lo que estoy dispuesto a dar no alcanza los mínimos entonces seguramente deberemos empezar a hablar de desamor. Pues si amo de verdad no dejaré lugar para las dudas, para la insegura desconfianza. Si amo de verdad mi pareja no precisará más explicaciones que las que le den mis miradas, mis besos, mis palabras, mis silencios,… Ella sabrá que en mi vida no puede haber otra. Aunque en mi pasado hubiera sido un pendón, un imparable mujeriego, si amo a mi mujer no se pasará por mi cabeza hacer nada que atente al merecido respeto, nada que pueda dañarla… Si la amo me mereceré la libertad de volar sin vigilancia porque mis sentimientos y mi trato generarán en ella la máxima confianza… Y si la amo sabré percibir con toda su esencia el amor que ella siente por mí, y saboreándolo podré estar tranquilo, y degustándolo podré abrir también su libertad y asentarla en las más confiadas expectativas…
¿Me dejas? Mientras escribía ha ido naciendo en mí, movido por mi innato espíritu de creador y narrador de cuentos, una idea, un relato que me gustaría dedicar a todos aquellos y aquellas, hombres y mujeres, que quieren proteger el amor con cadenas, que necesitan asegurar la tenencia con ataduras… ¿Sí?
En los aún no excesivamente abundantes recuerdos de Fiorella no había habido nunca un regalo más preciado. Hacía dos años que lo tenía, vino con su cumpleaños, el más feliz de todos. En el soplar de las seis velitas sus ojos no miraban casi el pastel, seguían entusiasmados con la sorpresa que tuvo al abrir aquel inmenso paquete. En seguida se enamoró de él. No sólo fue su belleza, que era muy hermoso, fue su presencia, el sentimiento de que iba a ser suyo, su fragilidad, su cautiva tristeza,… ¡Fueron tantas cosas!
No quiso oír los consejos de sus padres: "No le cojas demasiado cariño, que cualquier día se puede enfermar y morir…"; "no lo dejes salir de la jaula, pues si consigue fugarse nunca más lo verás…". Fiorella decidió desde un principio que iba a amar a ese pájaro y con el cuidado mimo se fue ganando su confianza hasta que consiguió sentirse de verdad correspondida. Picarello, que así loe llamó, tardó un tiempo en vencer sus miedos pero al final se rindió: se dejaba acariciar, coger, cepillar, comía de su mano y la saludaba siempre, cuando llegaba, con unos preciosos y alegres cánticos que a ella lea llegaban al alma… A los tres meses ya salía de la jaula, daba pequeños paseos por su habitación y se posaba en su hombro, o se acurrucaba en su mano y la picoteaba muy suave, muy tiernamente. Era su querida mascota, su amado pajarillo, y para Fiorella eso significaba mucho más que tener un rico y preciado tesoro.
La niña no recuerda cuáando empezó todo. Habían pasado dos años y las cosas habían cambiado mucho… Aquella maravillosa relación ahora se había vuelto angustiante. Una tristeza monumental y una inevitable distancia se habían instalado en los cada vez menos frecuentes contactos que mantenía con Picarello… Quizás fue aquel terrible día… Alguien había dejado la ventana de la habitación entreabierta y el pajarillo, en su cotidiano paseo, lo descubrió y salió… Salió al libre aire y voló por el infinito espacio. Fiorella se asustó mucho, su espera fue terrorífica: su pajarillo podía perderse, podía ser devorado por cualquier hambriento palomo, podía… Pero Picarello regresó, pasada una hora y media volvió a casa y, agotado, se tumbó en el regazo de su amiga y buscó sus mimos con más anhelos que nunca.
Esa fue su primera escapada. Luego vivieron muchas otras. La niña entendió que siempre iba a volver y supo percibir la felicidad que esos vuelos a la libertad implicaban para su amiguito y no podía negárselos: era ella misma la que, cuando sentía que el pájaro lo buscaba, le abría la ventana.
Pero no, en verdad todo empezó otro día… Fiorella, aunque no quisiera admitirlo, lo sabía… Fue al regresar de uno de sus viajes cuando Picarello se posó encima de su mano y empezó a cantar… Estaba feliz, increíblemente alegre… ¡Más que nunca! La niña, al verlo así, al principio también se puso muy contenta, pero luego empezaron las dudas… ¿Qué o quiéen loe había puesto tan contento? ¿Habría quizás conocido una bella pajarita? ¿Quizás otra niña? La incertidumbre la atacó y los celos de lo desconocido la forzaron a grabar con un "es mi pajarillo" una desconfianza que no le dejaba otra opción: ¡Nunca más!
Y la ventana se cerró para siempre. Picarello seguía saliendo de la jaula y buscando el cariño de Fiorella, pero en sus paseos por la habitación no cesaba de lanzarse contra el cristal de la ventana. ¡Cuáantas más ganas mostraba de salir más firme era la decisión de no dejarlo! Y así siguieron hasta que un día el pájaro, en uno de sus choques contra el transparente muro que le impedía salir, se hizo tanto daño que quedó medio inconsciente… Y la niña tuvo que pararlo: antes de sacarlo de la jaula le ataba a una de sus patitas un fino hilo de seda y finalizó con sus impetuosos vuelos hacia la libertad.
Fiorella seguía acariciándolo, besándolo, abrazándolo,… Intentó mimarlo más que nunca y no entendía la indiferencia que recibía a cambio, no podía comprender la tristeza que embargaba a su estimado amigo… Y un día lo agitó con fuerza y le chilló: "¿Qué más quieres? ¡Yo te doy todo lo que necesitas! ¡Pajarraco desagradecido!" La respuesta fue clara y contundente: un picotazo en la mano que la hizo sangrar…
Picarello no salió más de la jaula. Ahora tenía lo justo: comida, agua y limpieza. Lo justo y poco más: algún saludo de vez en cuando, muchas recriminaciones,... Picarello ya no cantó más, la melancolía y la rabia se lo impedían. Si hubiera podido hablar quizás se hubiera arreglado todo. Si hubiera podido le habría contado a su amiguita que se sentía prisionero, que necesitaba sus escapadas simplemente para tomar aire, para descubrir el mundo, ese mundo que nunca podía limitarse a una habitación, a una morada por muy cálido que eso fuera, ese mundo que no podía cerrarse en una sola relación. Si hubiera podido le hubiera dicho a Fiorella que sí, que había conocido otros pájaros, que incluso había flirteado con alguna hermosa pajarilla, que también se había posado en otros hombros y se había dejado acariciar por otras manitas, pero que nunca nadie le había dado lo que ella le ofreció tan intensamente: ella era única para él y su amor era el más especial, el más deseado, el más querido… Su vuelta a casa después de cada viaje era una vuelta al hogar, al amparo del amor y a la seguridad, a la armonía que conlleva. La inmensa alegría que había mostrado aquel día al retornar no se debía a lo que afuera había encontrado, venía únicamente motivada por lo que reencontraba.
Pero Picarello no sabía hablar y Fiorella no podía entender algo que debería estar muy muy claro: si le cortas las alas a tu amor, si le privas de la libertad, si pretendes encadenarlo a ti, no vas a conseguir mantenerlo, más bien lo contrario, obtendrás su alejamiento. El miedo a perder es normal y hay que luchar contra la desconfianza que produce. Si no sabes, puedes acabar siendo tú quien provoque lo que más temes.
No quiso oír los consejos de sus padres: "No le cojas demasiado cariño, que cualquier día se puede enfermar y morir…"; "no lo dejes salir de la jaula, pues si consigue fugarse nunca más lo verás…". Fiorella decidió desde un principio que iba a amar a ese pájaro y con el cuidado mimo se fue ganando su confianza hasta que consiguió sentirse de verdad correspondida. Picarello, que así loe llamó, tardó un tiempo en vencer sus miedos pero al final se rindió: se dejaba acariciar, coger, cepillar, comía de su mano y la saludaba siempre, cuando llegaba, con unos preciosos y alegres cánticos que a ella lea llegaban al alma… A los tres meses ya salía de la jaula, daba pequeños paseos por su habitación y se posaba en su hombro, o se acurrucaba en su mano y la picoteaba muy suave, muy tiernamente. Era su querida mascota, su amado pajarillo, y para Fiorella eso significaba mucho más que tener un rico y preciado tesoro.
La niña no recuerda cuáando empezó todo. Habían pasado dos años y las cosas habían cambiado mucho… Aquella maravillosa relación ahora se había vuelto angustiante. Una tristeza monumental y una inevitable distancia se habían instalado en los cada vez menos frecuentes contactos que mantenía con Picarello… Quizás fue aquel terrible día… Alguien había dejado la ventana de la habitación entreabierta y el pajarillo, en su cotidiano paseo, lo descubrió y salió… Salió al libre aire y voló por el infinito espacio. Fiorella se asustó mucho, su espera fue terrorífica: su pajarillo podía perderse, podía ser devorado por cualquier hambriento palomo, podía… Pero Picarello regresó, pasada una hora y media volvió a casa y, agotado, se tumbó en el regazo de su amiga y buscó sus mimos con más anhelos que nunca.
Esa fue su primera escapada. Luego vivieron muchas otras. La niña entendió que siempre iba a volver y supo percibir la felicidad que esos vuelos a la libertad implicaban para su amiguito y no podía negárselos: era ella misma la que, cuando sentía que el pájaro lo buscaba, le abría la ventana.
Pero no, en verdad todo empezó otro día… Fiorella, aunque no quisiera admitirlo, lo sabía… Fue al regresar de uno de sus viajes cuando Picarello se posó encima de su mano y empezó a cantar… Estaba feliz, increíblemente alegre… ¡Más que nunca! La niña, al verlo así, al principio también se puso muy contenta, pero luego empezaron las dudas… ¿Qué o quiéen loe había puesto tan contento? ¿Habría quizás conocido una bella pajarita? ¿Quizás otra niña? La incertidumbre la atacó y los celos de lo desconocido la forzaron a grabar con un "es mi pajarillo" una desconfianza que no le dejaba otra opción: ¡Nunca más!
Y la ventana se cerró para siempre. Picarello seguía saliendo de la jaula y buscando el cariño de Fiorella, pero en sus paseos por la habitación no cesaba de lanzarse contra el cristal de la ventana. ¡Cuáantas más ganas mostraba de salir más firme era la decisión de no dejarlo! Y así siguieron hasta que un día el pájaro, en uno de sus choques contra el transparente muro que le impedía salir, se hizo tanto daño que quedó medio inconsciente… Y la niña tuvo que pararlo: antes de sacarlo de la jaula le ataba a una de sus patitas un fino hilo de seda y finalizó con sus impetuosos vuelos hacia la libertad.
Fiorella seguía acariciándolo, besándolo, abrazándolo,… Intentó mimarlo más que nunca y no entendía la indiferencia que recibía a cambio, no podía comprender la tristeza que embargaba a su estimado amigo… Y un día lo agitó con fuerza y le chilló: "¿Qué más quieres? ¡Yo te doy todo lo que necesitas! ¡Pajarraco desagradecido!" La respuesta fue clara y contundente: un picotazo en la mano que la hizo sangrar…
Picarello no salió más de la jaula. Ahora tenía lo justo: comida, agua y limpieza. Lo justo y poco más: algún saludo de vez en cuando, muchas recriminaciones,... Picarello ya no cantó más, la melancolía y la rabia se lo impedían. Si hubiera podido hablar quizás se hubiera arreglado todo. Si hubiera podido le habría contado a su amiguita que se sentía prisionero, que necesitaba sus escapadas simplemente para tomar aire, para descubrir el mundo, ese mundo que nunca podía limitarse a una habitación, a una morada por muy cálido que eso fuera, ese mundo que no podía cerrarse en una sola relación. Si hubiera podido le hubiera dicho a Fiorella que sí, que había conocido otros pájaros, que incluso había flirteado con alguna hermosa pajarilla, que también se había posado en otros hombros y se había dejado acariciar por otras manitas, pero que nunca nadie le había dado lo que ella le ofreció tan intensamente: ella era única para él y su amor era el más especial, el más deseado, el más querido… Su vuelta a casa después de cada viaje era una vuelta al hogar, al amparo del amor y a la seguridad, a la armonía que conlleva. La inmensa alegría que había mostrado aquel día al retornar no se debía a lo que afuera había encontrado, venía únicamente motivada por lo que reencontraba.
Pero Picarello no sabía hablar y Fiorella no podía entender algo que debería estar muy muy claro: si le cortas las alas a tu amor, si le privas de la libertad, si pretendes encadenarlo a ti, no vas a conseguir mantenerlo, más bien lo contrario, obtendrás su alejamiento. El miedo a perder es normal y hay que luchar contra la desconfianza que produce. Si no sabes, puedes acabar siendo tú quien provoque lo que más temes.
(fragmento del libro A la luna, a ti, mi cielo, y a mis queridas estrellas)
#amor #desamor #laposesividad
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15 oct 2019
Citas famosas... El amor en la mirada.
Citas. frases, proverbios, reflexiones y pensamientos sobre el AMOR
La mirada y el amor
¡Que gran verdad!
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10 oct 2019
Sobre la vida y la muerte...
Vivimos para morir... ¿morimos para vivir?
LA VIDA TRAS LA MUERTE
(Fragmento del libro En la Tierra de Nunca Quizás: de camino hacia la vida)
3.2.5. Visita al Templo de los Mil Espejos:
De cómo vivir puede ser una historia interminable...
Teresa y Raimon comieron en casa de Miquel Àngel y Mónica. Una ensalada deliciosa, con pasas y nueces, queso de cabra y salsa vinagreta, de primero, y mero rebozado con patata hervida de acompañamiento, de segundo. De postre Teresa quiso probar la cuajada: ¡deliciosa!
Durante la comida Teresa preguntó si en Goig eran vegetarianos, si no probaban la carne. Le explicaron que si no la comían no era por no querer, era porqué no había. Los granjeros que criaban animales lo hacían para aprovechar lo que en vida les podían dar: leche, huevos, lana… Ellos se negaban a matar para comer, y cómo nunca llegó a Goig nadie que quisiera ser carnicero, pues no comían carne…
Los anfitriones eran una pareja ya cuarentona muy entretenida y acogedora. Tenían tres hijas, pero no las conocieron pues se quedaban a comer en la Llar de Vida. Después de comer hicieron el café en el jardín y, echados sin complejos en la hierba, estuvieron bromeando sobre las mil y una falacias y enredos que en Nunca Jamás se daban.
Ya eran casi las cinco cuando Raimon miró a Teresa y la invitó a marchar…
- El Templo abre de cinco a siete. Deberíamos irnos.
Tras despedirse de sus amigos partieron para la siguiente visita.
El Templo de Gaudi estaba en las afueras del pueblo, tocando al río. Era un edificio de una sola planta, aunque con una altura de piso considerable, de forma ovalada y, cómo no, blanco…
Entraron tras traspasar un gran portal de madera tallada que se abría en uno de los extremos del óvalo. Una habitación muy grande les aguardaba. En las paredes grandes estanterías llenas de libros. En el centro largos bancos donde la gente se había sentado para leer… ¿Para leer? El ambiente que se respiraba era… ¿cultural? Teresa no lo vió claro…
-Y eso es… ¿La biblioteca?
- No, cariño, esto es el cementerio de Gaudi.
-Pero…
-Ya sé. Ven, siéntate en el banco y yo te traeré un par de libros para que entiendas…
Teresa se sentó. Mas que extrañada se sentía…extraña. Empezaba a percibir que iba a tener una tarde emocionalmente movida.
Pablo llegó con los tomos, pues más que libros parecían enciclopedias, y se sentó a su lado, muy pegadito. Sin mostrarle aun nada empezó a hablar:
- En Goig respetamos todas las religiones, todas. Tú puedes ser ateo, católico, protestante, musulmán, budista… De la misma manera no hay una idea preestablecida sobre lo que puede haber más allá de la vida: cada cual es libre de tener al respecto las creencias que quiera, o necesite…
Hay un precepto que sí compartimos todos: la vida que nos toca vivir aquí no puede ser tomada como un simple paso. Aunque sea una partícula, una minúscula célula en la inmensidad del océano del tiempo, cada vida tiene un valor trascendente y, por supuesto, muy valioso. Nuestro caminar por la vida no sólo deja huellas allá donde habitamos o viajamos. Si sabemos caminar descalzos por las incontables sendas que el amor ofrece sabremos dejar tantos surcos que nada ni nadie podrá ya seguir navegando sin tenernos presentes. Imperecederos, eternos, perpetuos, perennes… Una vida bien labrada, cultivada y regada nos planta con raíces muy profundas en la tierra, en las cosas y en las personas que tuvieron la suerte de disfrutarnos. Nos clavamos en el recuerdo, en la forma de ser, de reír, de llorar, de pensar, de amar, de cantar, de soñar de tantas personas. Y nos perpetuamos, si supimos vivir cerca de ella, en la naturaleza: en el río que bañó nuestros pies, en el mar que inundó nuestros juegos, en la hierba que no pisamos y en la que sí, en la flor que respetamos y en la que nos impregnó de su olor, en la brisa que rozó nuestra piel para robar nuestra fragancia, en… tantas cosas.
Vivir puede ser la más gran aventura, una historia interminable, un precioso cuento sin final. Pensar que una vida termina con la muerte es primitivo y totalmente injusto. No desaparece el sol cuando se hace de noche, no murieron las estrellas que estallaron hace millones de años, no deja de existir el viento cuando las hojas están quietas, no perece el río cuando la mar lo acoge…
Cuando un corazón deja de latir el amor que contiene vuela agradecido al hogar de sus receptores, la sangre reposa quieta y recuerda uno a uno cada gesto, movimiento, baile… El cerebro descansa su pensamiento y lo eleva hasta el último sueño. Los ojos apagan su brillo pero no quieren ni podrán borrar esa mirada que supieron regalar. La boca guarda sus palabras, las que ya no dirá, pero consciente de que lo más importante y esencial ya fue dicho, y prevalecerá para siempre… Los labios se cierran, sí, pero en su interior guardaran la presencia de tantos besos…Las manos, Dios, ¿cuantas remembranzas pueden acoger unas manos que han sabido amar? ¿Cuántos pasos se llevarán consigo los pies? ¿Habrá una sola célula que marche vacía? ¿La piel? La piel dormirá arropada en el recuerdo de la última caricia…
Raimon se dio cuenta que Teresa estaba conmovida…
- ¿Te he entristecido?
- Al contrario… Es tan hermoso lo que cuentas…
- Entonces, continuo…
El sentido de una vida no viene medido por su largura… El valor del vivir se mesura en la intensidad y no en el tiempo. En la infancia acumulamos unos tesoros de incalculable valía. A partir de allí podemos aprovecharlos para asentar una vida rica y provechosa en lo esencial o enterrarlos y elegir luchar para obtener una vida rica en lo superfluo e inútil. Aquellos que optamos por lo primero nos convertimos en una estrella más en el Universo de la Humanidad… Los que optan por lo segundo terminan siendo un agujero negro.
Hay más vida en un beso que en un millón de euros, hay más vida en un te quiero que en dos mil noches de sexo impersonal… Ser millonario en el banco monetario te puede dar caprichos y regalar lujos. Ser millonario en amor, ilusión, bondad, esperanzas, …, te puede dar la gloria, te puede regalar la eternidad…
Un cuerpo no muere. Si ha sabido conectar vida, pensamiento, obra, corazón y alma se traslada a otra dimensión. Comienza un viaje diferente, pero lo hace cargado, muy cargado de presentes… Para despedirse, para agradecer lo recibido y a la vez dejar su estampa, nos deja su amor y su alma. Y no es poco. Para aquellos que debamos despedirlo eso es un tesoro que da sentido a la vida, tanto a la que viaja como a la que permanece. En homenaje a ese tesoro inconmensurable en el cementerio guardamos estos Libros de Vida.
Y entonces Raimon abrió uno de los tomos, el que parecía más antiguo…
- Mira, este es de una mujer que murió hace 150 años. Entonces no existían fotografías, pero engancharon ilustraciones y textos sacados de sus diarios. ¿Te gusta?
- Es precioso.
- Y este otro es reciente… ¿Ves? Fotos, textos y, fíjate, huele, pusieron hasta su perfume…
- Es maravilloso. Y… Ahora me sabe mal preguntar…
- ¿Y el cuerpo? En Goig lo despedimos en la Cala de l’Hora del Adéus, que significa Hora de los Adioses. El cuerpo es incinerado en la arena, mientras los presentes cantan las canciones más queridas por el viajero. Luego la familia y los amigos más próximos parten en un barco para, ya sabes, lanzar las cenizas en alta mar.
Aquí creemos así que, cada vez que vuelve la brisa de sus viajes marineros, puede traer una fibra, una brizna de algún ser querido.
Durante la comida Teresa preguntó si en Goig eran vegetarianos, si no probaban la carne. Le explicaron que si no la comían no era por no querer, era porqué no había. Los granjeros que criaban animales lo hacían para aprovechar lo que en vida les podían dar: leche, huevos, lana… Ellos se negaban a matar para comer, y cómo nunca llegó a Goig nadie que quisiera ser carnicero, pues no comían carne…
Los anfitriones eran una pareja ya cuarentona muy entretenida y acogedora. Tenían tres hijas, pero no las conocieron pues se quedaban a comer en la Llar de Vida. Después de comer hicieron el café en el jardín y, echados sin complejos en la hierba, estuvieron bromeando sobre las mil y una falacias y enredos que en Nunca Jamás se daban.
Ya eran casi las cinco cuando Raimon miró a Teresa y la invitó a marchar…
- El Templo abre de cinco a siete. Deberíamos irnos.
Tras despedirse de sus amigos partieron para la siguiente visita.
El Templo de Gaudi estaba en las afueras del pueblo, tocando al río. Era un edificio de una sola planta, aunque con una altura de piso considerable, de forma ovalada y, cómo no, blanco…
Entraron tras traspasar un gran portal de madera tallada que se abría en uno de los extremos del óvalo. Una habitación muy grande les aguardaba. En las paredes grandes estanterías llenas de libros. En el centro largos bancos donde la gente se había sentado para leer… ¿Para leer? El ambiente que se respiraba era… ¿cultural? Teresa no lo vió claro…
-Y eso es… ¿La biblioteca?
- No, cariño, esto es el cementerio de Gaudi.
-Pero…
-Ya sé. Ven, siéntate en el banco y yo te traeré un par de libros para que entiendas…
Teresa se sentó. Mas que extrañada se sentía…extraña. Empezaba a percibir que iba a tener una tarde emocionalmente movida.
Pablo llegó con los tomos, pues más que libros parecían enciclopedias, y se sentó a su lado, muy pegadito. Sin mostrarle aun nada empezó a hablar:
- En Goig respetamos todas las religiones, todas. Tú puedes ser ateo, católico, protestante, musulmán, budista… De la misma manera no hay una idea preestablecida sobre lo que puede haber más allá de la vida: cada cual es libre de tener al respecto las creencias que quiera, o necesite…
Hay un precepto que sí compartimos todos: la vida que nos toca vivir aquí no puede ser tomada como un simple paso. Aunque sea una partícula, una minúscula célula en la inmensidad del océano del tiempo, cada vida tiene un valor trascendente y, por supuesto, muy valioso. Nuestro caminar por la vida no sólo deja huellas allá donde habitamos o viajamos. Si sabemos caminar descalzos por las incontables sendas que el amor ofrece sabremos dejar tantos surcos que nada ni nadie podrá ya seguir navegando sin tenernos presentes. Imperecederos, eternos, perpetuos, perennes… Una vida bien labrada, cultivada y regada nos planta con raíces muy profundas en la tierra, en las cosas y en las personas que tuvieron la suerte de disfrutarnos. Nos clavamos en el recuerdo, en la forma de ser, de reír, de llorar, de pensar, de amar, de cantar, de soñar de tantas personas. Y nos perpetuamos, si supimos vivir cerca de ella, en la naturaleza: en el río que bañó nuestros pies, en el mar que inundó nuestros juegos, en la hierba que no pisamos y en la que sí, en la flor que respetamos y en la que nos impregnó de su olor, en la brisa que rozó nuestra piel para robar nuestra fragancia, en… tantas cosas.
Vivir puede ser la más gran aventura, una historia interminable, un precioso cuento sin final. Pensar que una vida termina con la muerte es primitivo y totalmente injusto. No desaparece el sol cuando se hace de noche, no murieron las estrellas que estallaron hace millones de años, no deja de existir el viento cuando las hojas están quietas, no perece el río cuando la mar lo acoge…
Cuando un corazón deja de latir el amor que contiene vuela agradecido al hogar de sus receptores, la sangre reposa quieta y recuerda uno a uno cada gesto, movimiento, baile… El cerebro descansa su pensamiento y lo eleva hasta el último sueño. Los ojos apagan su brillo pero no quieren ni podrán borrar esa mirada que supieron regalar. La boca guarda sus palabras, las que ya no dirá, pero consciente de que lo más importante y esencial ya fue dicho, y prevalecerá para siempre… Los labios se cierran, sí, pero en su interior guardaran la presencia de tantos besos…Las manos, Dios, ¿cuantas remembranzas pueden acoger unas manos que han sabido amar? ¿Cuántos pasos se llevarán consigo los pies? ¿Habrá una sola célula que marche vacía? ¿La piel? La piel dormirá arropada en el recuerdo de la última caricia…
Raimon se dio cuenta que Teresa estaba conmovida…
- ¿Te he entristecido?
- Al contrario… Es tan hermoso lo que cuentas…
- Entonces, continuo…
El sentido de una vida no viene medido por su largura… El valor del vivir se mesura en la intensidad y no en el tiempo. En la infancia acumulamos unos tesoros de incalculable valía. A partir de allí podemos aprovecharlos para asentar una vida rica y provechosa en lo esencial o enterrarlos y elegir luchar para obtener una vida rica en lo superfluo e inútil. Aquellos que optamos por lo primero nos convertimos en una estrella más en el Universo de la Humanidad… Los que optan por lo segundo terminan siendo un agujero negro.
Hay más vida en un beso que en un millón de euros, hay más vida en un te quiero que en dos mil noches de sexo impersonal… Ser millonario en el banco monetario te puede dar caprichos y regalar lujos. Ser millonario en amor, ilusión, bondad, esperanzas, …, te puede dar la gloria, te puede regalar la eternidad…
Un cuerpo no muere. Si ha sabido conectar vida, pensamiento, obra, corazón y alma se traslada a otra dimensión. Comienza un viaje diferente, pero lo hace cargado, muy cargado de presentes… Para despedirse, para agradecer lo recibido y a la vez dejar su estampa, nos deja su amor y su alma. Y no es poco. Para aquellos que debamos despedirlo eso es un tesoro que da sentido a la vida, tanto a la que viaja como a la que permanece. En homenaje a ese tesoro inconmensurable en el cementerio guardamos estos Libros de Vida.
Y entonces Raimon abrió uno de los tomos, el que parecía más antiguo…
- Mira, este es de una mujer que murió hace 150 años. Entonces no existían fotografías, pero engancharon ilustraciones y textos sacados de sus diarios. ¿Te gusta?
- Es precioso.
- Y este otro es reciente… ¿Ves? Fotos, textos y, fíjate, huele, pusieron hasta su perfume…
- Es maravilloso. Y… Ahora me sabe mal preguntar…
- ¿Y el cuerpo? En Goig lo despedimos en la Cala de l’Hora del Adéus, que significa Hora de los Adioses. El cuerpo es incinerado en la arena, mientras los presentes cantan las canciones más queridas por el viajero. Luego la familia y los amigos más próximos parten en un barco para, ya sabes, lanzar las cenizas en alta mar.
Aquí creemos así que, cada vez que vuelve la brisa de sus viajes marineros, puede traer una fibra, una brizna de algún ser querido.
7 oct 2019
Vivir sin paz es morir poco a poco... Vivir en el desamor es peor que vivir solo...
Literatura romántica
Vivir sin paz... Vivir en el desamor
No hace mucho estaba hablando con alguien, una mujer, a la que quiero mucho y le contaba que en la vida casi nunca es fácil tomar decisiones: cualquier proyecto o cualquier reto, aun cuando se presenten con embalajes prometedores, implican asumir responsabilidades y aceptar riesgos. No, no suele ser sencillo… Y mucho menos lo será cuando una decisión que intuimos que nuestra supervivencia nos exige tomar conlleva un cambio radical en nuestras vidas: cuando uno corta aquella cuerda que siente que lo está ahorcando muchas veces acaba sintiendo que cae en el vacío y será muy difícil no acabar dolorido por el batacazo… Resulta contradictorio, ¿no? Pero no lo es, pues cuando esa es la única cuerda que has tenido cerca durante tiempo puedes sentir que te ahoga, sí, pero también suele ser normal que pienses que te sostiene.
¿No es verdad que si nunca nos viéramos abocados a una caída por un barranco el miedo a lo que abajo nos espera nos forzaría a agarrarnos de cualquier cosa, aunque fuera un zarzal con amenazantes e hirientes pinchos? Allí nos quedaríamos sujetos hasta la eternidad, aguantando estoicamente los dolorosos y sangrientos desgarros de nuestra piel… Allí esperaríamos sin límite que alguien nos rescatara, que alguien viniera a librarnos de nuestro dolor… Pero, ¿y si ese ángel salvador no aparece? Es más: ¿Y si la salvación radica precisamente en dejarse caer?
Hace muchos años un humorista contaba un chiste que viene a ilustrar muy bien el argumento que debe seguir:
Un hombre camina valientemente por la cima de un monte. Sus pasos se marcan muy cercanos al borde de un abismal precipicio cuando un torpe tropezón lo lanza al vacío… El hombre cae hacia una muerte segura cuando ve un arbusto que sobresale de la pared y, desesperadamente, alarga su brazo y consigue agarrarse. Allí reposa un rato, asustado por la idea de que esas débiles ramas no podrán aguantar su peso mucho tiempo… Entonces decide gritar: “¿Hay alguien?, ¿hay alguieeen?”.
Pasado un rato, y después de muchas y angustiosas llamadas, el hombre escucha como una voz, profunda y sobrenatural, le indica: “Sí, hijo mío, estoy yo. Está Dios, tu Dios… Confía en mí: déjate caer y un ejército de ángeles te recogerá en el vuelo y te llevará, te bajará suavemente y te depositará en el suelo sin que sufras ningún daño… Confía en mí: déjate caer… Abajo te espera la gloria. Abajo te aguarda tu propio paraíso…”
El hombre, aturdido, lo ha escuchado todo… No sabe que hacer y mira hacia arriba, mira hacia abajo, y vuelve a gritar: “¿Hay alguien más?”.
¿Cuántos de nosotros no hubiéramos tenido la última reacción? La caída libre hacia lo desconocido espanta a cualquiera y nunca será fácil dar ese salto que nos debe lanzar… Llegado el caso, debemos plantearnos que lo fundamental, lo que debemos valorar ineludiblemente, quizás no se halla al final del vuelo, quizás se encuentra al comienzo… A lo mejor debemos hacernos esa terrible pregunta cuya respuesta nos debería retener o empujar: ¿qué nos aterra más: lo conocido, lo que ahora mismo tenemos, o lo inexplorado, lo que puede esperarnos no solo en el camino, sino también al final? Si lo presente es aguantable y creemos que puede llegar a ser reconducible, casi seguro que daremos tiempo a la vida antes de adoptar alguna medida que lleve al cambio. Si lo que nos envuelve no nos deja respirar y ya hace mucho que tenemos claro que nunca vamos a poder darle la vuelta, entonces… entonces no debería haber otro camino…
Seguramente Dios no va a enviarnos sus ángeles, posiblemente nadie va a responder a nuestros reclamos de auxilio y será muy probable que al final de la revuelta nos espere un espantoso batacazo que nos deje aturdidos y malheridos durante un tiempo… Mas todo valdrá la pena si ese salto al vacío conlleva un vuelo hacia la libertad… Todo sanará si realmente entendemos que nuestro viaje hacia un incógnito destino significa una travesía que se dirige a la recuperación del más preciado tesoro: la vida.
En el chiste se soslaya una cuestión de pura fe: Si crees en Dios saltarás y no te pasará nada. Si dudas o no crees, el miedo te va a retener seguro… Si en nuestro paseo por la vida nos encontramos ante la disyuntiva de tener que escapar de una realidad asfixiante, también vamos a necesitar fe: deberemos creer en nosotros, en el destino… Deberemos saltar con una mochila al hombro. En el interior meteremos aquellos sueños que en la desesperación abandonamos, en el bolsillo un pensamiento: “Nada puede ser peor…”.
Vivir sin paz es morir, vivir en el desamor es peor que vivir solo. Las cadenas no impiden nunca la caída, la provocan. Si nuestra vida nos tortura, si nuestra existencia nos mata poco a poco, ¡debemos saltar!, ¡debemos huir! ¡Huyamos!
Hace muchos años un humorista contaba un chiste que viene a ilustrar muy bien el argumento que debe seguir:
Un hombre camina valientemente por la cima de un monte. Sus pasos se marcan muy cercanos al borde de un abismal precipicio cuando un torpe tropezón lo lanza al vacío… El hombre cae hacia una muerte segura cuando ve un arbusto que sobresale de la pared y, desesperadamente, alarga su brazo y consigue agarrarse. Allí reposa un rato, asustado por la idea de que esas débiles ramas no podrán aguantar su peso mucho tiempo… Entonces decide gritar: “¿Hay alguien?, ¿hay alguieeen?”.
Pasado un rato, y después de muchas y angustiosas llamadas, el hombre escucha como una voz, profunda y sobrenatural, le indica: “Sí, hijo mío, estoy yo. Está Dios, tu Dios… Confía en mí: déjate caer y un ejército de ángeles te recogerá en el vuelo y te llevará, te bajará suavemente y te depositará en el suelo sin que sufras ningún daño… Confía en mí: déjate caer… Abajo te espera la gloria. Abajo te aguarda tu propio paraíso…”
El hombre, aturdido, lo ha escuchado todo… No sabe que hacer y mira hacia arriba, mira hacia abajo, y vuelve a gritar: “¿Hay alguien más?”.
¿Cuántos de nosotros no hubiéramos tenido la última reacción? La caída libre hacia lo desconocido espanta a cualquiera y nunca será fácil dar ese salto que nos debe lanzar… Llegado el caso, debemos plantearnos que lo fundamental, lo que debemos valorar ineludiblemente, quizás no se halla al final del vuelo, quizás se encuentra al comienzo… A lo mejor debemos hacernos esa terrible pregunta cuya respuesta nos debería retener o empujar: ¿qué nos aterra más: lo conocido, lo que ahora mismo tenemos, o lo inexplorado, lo que puede esperarnos no solo en el camino, sino también al final? Si lo presente es aguantable y creemos que puede llegar a ser reconducible, casi seguro que daremos tiempo a la vida antes de adoptar alguna medida que lleve al cambio. Si lo que nos envuelve no nos deja respirar y ya hace mucho que tenemos claro que nunca vamos a poder darle la vuelta, entonces… entonces no debería haber otro camino…
Seguramente Dios no va a enviarnos sus ángeles, posiblemente nadie va a responder a nuestros reclamos de auxilio y será muy probable que al final de la revuelta nos espere un espantoso batacazo que nos deje aturdidos y malheridos durante un tiempo… Mas todo valdrá la pena si ese salto al vacío conlleva un vuelo hacia la libertad… Todo sanará si realmente entendemos que nuestro viaje hacia un incógnito destino significa una travesía que se dirige a la recuperación del más preciado tesoro: la vida.
En el chiste se soslaya una cuestión de pura fe: Si crees en Dios saltarás y no te pasará nada. Si dudas o no crees, el miedo te va a retener seguro… Si en nuestro paseo por la vida nos encontramos ante la disyuntiva de tener que escapar de una realidad asfixiante, también vamos a necesitar fe: deberemos creer en nosotros, en el destino… Deberemos saltar con una mochila al hombro. En el interior meteremos aquellos sueños que en la desesperación abandonamos, en el bolsillo un pensamiento: “Nada puede ser peor…”.
Vivir sin paz es morir, vivir en el desamor es peor que vivir solo. Las cadenas no impiden nunca la caída, la provocan. Si nuestra vida nos tortura, si nuestra existencia nos mata poco a poco, ¡debemos saltar!, ¡debemos huir! ¡Huyamos!
(fragmento del libro A la luna, a ti, mi cielo, y a mis queridas estrellas)
#amor #desamor #lavidaesbella #vivir
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30 sept 2019
Las canciones de mi vida y el amor (26): Nothing compares to you (nada comparado contigo)
Canciones de amor
Sinéad O'Connor - Nothing Compares 2U
Cuando el desamor se instaura en una pareja de forma definitiva tarde o temprano o nunca uno u otro va a marchar, a separarse...
Ese adiós muy difícilmente va a suponer una fiesta. Parece imposible, ¿verdad?
Suele pasar que aquel que no quiso o no pudo tomar la decisión se sienta abandonado. Suele pasar que entonces tienda a sobrevalorar lo que quizás para él o ella era insavable, o no...
¿Se trata de un luto forzado? No lo sé.. Pero he conocido personas que hablaban verdaderas pestes de su pareja y cuando se marchó parecía que les había abandonado el amor de su vida... Curioso, ¿verdad? Como mínimo...
Sea como sea el desamor tiene un precio. Para valorarlo os dejo una canción preciosa, de Sinead O'Connor. ¡Dios, qué voz!Nothing compares to you... Nada comparado contigo...
Han pasado siete horas y quince días
Desde que te llevaste tu amor
Salgo todas las noches y duermo todo el día
Desde que te llevaste tu amor
Desde que te fuiste puedo hacer todo lo que quiera
Puedo ver a cualquiera que elija
Puedo cenar en un restaurante elegante
Pero nada
Dije nada puede llevarse esta tristeza
Porque nada se compara
Nada se compara contigo
Ha sido tan solitario sin ti aquí
Como un ave sin una canción
Nada puede parar estas lágrimas solitarias de caer
Dime bebé, ¿dónde me equivoqué?
Podría poner mis brazos alrededor de cada chico que vea
Pero ellos solamente me recordarían a ti
Fui al doctor y adivina que me dijo
Adivina que me dijo
Él dijo chica, mejor trata de divertirte
No importa lo que hagas
Pero él es un tonto
Porque nada se compara
Nada se compara contigo
Todas las flores que plantaste,
En el patio de atrás
Todas murieron cuando tu te fuiste
Yo sé que vivir contigo a veces fue difícil
Pero estoy queriendo dar otra oportunidad
Nada se compara
Nada se compara contigo
Nada se compara
Nada se compara contigo
Nada se compara
Nada se compara contigo.
Desde que te llevaste tu amor
Salgo todas las noches y duermo todo el día
Desde que te llevaste tu amor
Desde que te fuiste puedo hacer todo lo que quiera
Puedo ver a cualquiera que elija
Puedo cenar en un restaurante elegante
Pero nada
Dije nada puede llevarse esta tristeza
Porque nada se compara
Nada se compara contigo
Ha sido tan solitario sin ti aquí
Como un ave sin una canción
Nada puede parar estas lágrimas solitarias de caer
Dime bebé, ¿dónde me equivoqué?
Podría poner mis brazos alrededor de cada chico que vea
Pero ellos solamente me recordarían a ti
Fui al doctor y adivina que me dijo
Adivina que me dijo
Él dijo chica, mejor trata de divertirte
No importa lo que hagas
Pero él es un tonto
Porque nada se compara
Nada se compara contigo
Todas las flores que plantaste,
En el patio de atrás
Todas murieron cuando tu te fuiste
Yo sé que vivir contigo a veces fue difícil
Pero estoy queriendo dar otra oportunidad
Nada se compara
Nada se compara contigo
Nada se compara
Nada se compara contigo
Nada se compara
Nada se compara contigo.
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12 sept 2019
Vivir la ausencia... Me muero por conocerte...
Literatura romántica. El amor platónico.
Prosa poética. El amor existe.
Me muero por conocerte y aún sin tenerte vivo. Tal contradicción confunde mi alma y mi entendimiento trabaja raudo por interpretar las claves cifradas que se amagan en mi presente. Ofuscado por tan ardua tarea vuelvo a delegar. Delego en las musas la búsqueda de aquello que no concibo. Y otra vez, en ellas, con ellas, encuentro aquella razón que me huía, me saluda aquella paz que se perdía. Y escribo...
Me muero por conocerte y, aún sin tenerte, vivo. El suero de la ilusión supera con pasión tu ausencia, y vivo. Vivo cautivo de una carencia y en el aguardo encuentro la esperanza, y en la tardanza hallo todo aquello que con otra tenencia ni guardo ni percibí. Y aunque reviento por gozarte yo te siento muy dentro de mí. En un bello fallo del destino descubrí el arte de amar y ahora no atino, no sé cómo abandonar. O a lo mejor es que no quiero. Porque me asomo al pasado y no te veo. Dora no está. El fiero mutismo retumba y el amor yace enterrado. Y Dora no está. Y el deseo se deshace en aquel seísmo que lo inexistente produce. Y el ayer aduce que tal catacumba no merece el presente. No seduce a la razón lo que no mece al corazón. Y si Dora allí no está yo anhelo mi actual ser. Amo mi tormento porque me apoyó en ti. Desde el cielo un ideal cayó sobre mí. En una mano un sentimiento, en la otra un ramo de sueños, en el resto un insinuante ademán y como prenda mil empeños. Ya nada es vano, ya nada es pobre, pues con su gesto galán puso ante mí una venda mágica que enfundó mis desánimos, que atascó mi trágica senda. Su esencia y su tiento eran en su uso antónimos: ella volaba sin complejos por los vedados valles donde los necesitados de cariño atienden, él limitaba su presencia, confinaba su asiento, a las calles permitidas por los viejos cotos que de niño cultivó. Venden diamantes las presumidas conciencias y dejan sus blancos rotos, pues con sus amantes sugestiones no suscriben contratos. Quizás tan solo ambicionan gratos ratos para ingresar en los bancos de su vanidad, quizás inhiben las impaciencias que enrejan sus propensiones. Cual es su verdad tampoco importa demasiado... ¿Racionan los prodigios sus percepciones cuando descubren vestigios de un bolo actuar? Variado es el zoco de los argumentos que encubren las intenciones y no podemos andar siempre atentos para elegir nuestra respuesta como una apuesta consciente. Entre otras cosas, porque no se presiente lo que no entrevemos y porque nuestra respuesta a veces cuesta mucho controlar. No osas pedir garantías al destino, por muy ducho que seas, pues sabes bien que jamás las recibirías. Y al final, aunque no quieras, cazas lo que te vino, lo abrazas y lo encabes en tu fortuna. Pues aprendiste ya en la cuna que tratar de salir del canal al que el río de la vida te ha llevado no tiene por que ser inteligente. Y anida en mí este pensamiento. Y diga lo que diga la gente, lo que tú me diste no me va a hundir, lo que me viene ya es mío, me lo he ganado, y no lo voy a perder. No voy a desertar. Con gran convencimiento asumo aquello que el hado me ha otorgado. Amar no debe estar maldito y aunque el humo de lo imposible sea tan espeso no crea en mí ni un leve titubeo: de este amor no me veo preso, este amor conlleva un inconcebible rito que no quiero perderme. Y desde mi fuero interno seguirá contribuyendo a fortalecerme la memoria de tus halagos. Y desde la gleba de las inspiraciones continuaré escribiendo la historia de este paraíso que surgió del averno. Sin pagos ni reivindicaciones aquel hombre que quiso borrar el cielo acabará, quizá, creando una oda a lo utópico que asombre al mundo. Y de toda su reseña el vuelo de algunas oraciones marcará el lógico atajuelo que nadie ve, fijará la contraseña que dé paso al más fecundo y hermoso existir. Vivir amando, aun sin ser correspondido, ha podido suponer un glorioso modo de vencer las postraciones, ha podido disimular el ocaso de las ilusiones. Pensar que lo es todo es un candoroso disparate, pero late mi corazón contigo con tal dinamismo que ahora mismo si no sigo perderé la razón.Me muero por conocerte y aún sin tenerte vivo. Vivo confundido pero no me siento nada perdido. Vivo seguramente una locura pero empiezo a pensar que en ti está mi cura. Vivo y, por primera después de mucho tiempo, siento que vivo. Y vivo sigo, ¿no es suficiente motivo?
(fragmento del libro A la luna, a ti, mi cielo, y a mis queridas estrellas)
#literaturaromántica #amorplatónico #prosapoética #elamorexiste
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7 sept 2019
Un sueño de amor: Me bañé en tus ojos...
Literatura romántica: el amor existe
Sueños de amor
Mucha gente piensa que el amanecer de los sueños se encuentra en el demasiado a menudo vacío que nuestro dormir produce. Yo sé que se equivocan. Las más hermosas visiones nacen de la luz y crecen en la conciencia que en el sereno pensar reside. Nuestra fantasía suele ser su amorosa madre y en un abrazo de nuestros anhelos amamanta nuestra imaginación para alimentar aquellas percepciones que en nuestros deseos residen, para ver crecer aquellas sensaciones que nuestros sentimientos ansían. Ayer me hallaba en el coche. Esperaba no me acuerdo qué, quizás aquello que el tiempo nunca trae y que aguardamos por rutina. La música de un compact disc coqueteaba con mi alma enamorada y en un cerrar de mis ojos hallé los tuyos. Tus verdes pupilas habían sublimado su extensión y en mi campo de visualización soñadora habían inundado todos los prados. Era aquel un maravilloso lago que acercaba mi fantasear al infinito y que me convidaba de manera extremadamente tentadora a un baño. Entonces me sumergí en sus aguas y empecé a nadar en tu cristalina visión. No sentía frío. Mi cuerpo sumergía sus movimientos y con cada brazada la tibia agua de tu tierno mirar acariciaba dulcemente mi temeroso viaje hacia tu subconsciente. Ningún destino me guiaba, ningún propósito me orientaba. Tan sólo suspiraba por nadar en tu mirada sin haberme de esconder. Todo mi amor necesitaba hacía ya demasiado una delicia así y en el estanque donde tus lágrimas debían mojar tus emociones relajaba sus penas empapando sus esperanzas. Me sentía cómodo, tranquilo, y poco a poco iba relajando mis movimientos para poder constatar aquello que intuía: ¿en la quietud me hundiría en las profundidades donde yacen tus recuerdos y percepciones? ¿Hallaría quizás la recóndita gruta subconsciente donde amagaste la verdadera razón de tu flirteo con mi corazón? Pero no... no me hundí. Mi cuerpo inmóvil flotaba incomprensiblemente... Y lo capté, entendí que incluso para mis sueños el seguro que protegía la intimidad de aquel, tu secreto, estaba alerta. Podría haberme sentido frustrado y concluir aquel increíble chapuzón en las aguas de tu mirada pero no lo hice. Porque seguía sintiéndome tranquilo, profundamente relajado. Y me dejé llevar un rato más, unos minutos, y en la placidez de aquel idílico paisaje comprendí lo que ya debía saber: a veces es inútil hurgar en la hondura de las intenciones y eso no debe hacernos sentir fracasados. El desengaño que reside en una verdad conocida no tiene fundamento en el reino de la ignorancia. Porque mientras así sea las instintivas percepciones y las suposiciones que nacen de los anhelos reinarán en nuestro corazón, pudiendo llegar a ofrecerle el más paradisíaco cielo. Y en la superficie de tus ojos ondulaban nuestros recuerdos, dibujando cual gota de lluvia que estalla en el agua unos concéntricos círculos que en un engrandecer de su tamaño iban presentando el diseño de tu trato conmigo y que en un alejarse de su perímetro iban acariciando mis esperanzas de ser correspondido. Y aquel día lo aprecié, otra vez, mejor que nunca: me miraste con admiración, me contemplaste con estima, me atisbaste con curiosidad, me observaste con respeto, me percibiste con simpatía, me descubriste con ternura y me distinguiste con tu confianza. Fue un inmenso placer, otro más que te debo, y sumergido en él me abandoné, resigné todo mi ser para que se impregnara un poco más de aquella maravillosa esencia que el amor le mostraba ya hacía mucho.
Fragmento de la novela "A la luna, a ti, mi cielo, y a mis queridas estrellas"
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4 sept 2019
Oda a la esperanza...Mi amor existe
¿Cómo no voy a encontrarte?
mi oscuro duelo de estrellas.
Solitario y cautivo buscaba:
un broche, un indicio,
un reflejo, quizás..
¿tus huellas?
Precioso escenario,
mas para el hombre sin paridad,
improductivo.
Sin resquicio que filtre tu albor,
¿de qué me vale?
Sin la luna que chive tu nombre,
¿con qué me aviva?
Sale el sol y le cuestiono:
¿Hubo cuna para ella?
¿Vive sólo en mi sueño?
¿Existe?
¿De qué tono la pintaste?
¿Viste su piel dueño de amor?
No tuve respuesta…
Al traste con mis planes
presta mi voluntad se activa:
Traman mis afanes la tramoya,
hoya mi rodilla el tablado
y, cual rapsoda enamorado,
grabo mi oda en la ventana,
en el pórtico de las ondas:
mi balada, mi cántico,
el reclamo de mi hada.
Allá donde te halles, atiende,
no me falles, aguarda.
De nada depende,
no habrá barda ni obstáculo,
quiero encontrarte
y lo haré…
Caminante, sí hay camino,
la pasión, el porvenir,
la ternura, la ilusión,…
El amor …
¿hay mejor delineante?
Escrito está en el oráculo,
mi sino, el tuyo,
la cura de los anhelos, …
Aún sin amarte, te amo…
Sin conocerte, te adoro,
¿Cómo no voy a encontrarte?
amor oda poesia poema literatura romantica
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