4 sept 2009

En la tierra de Nunca Quizás. Libro 1º. La Nación de Goig... 7





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ENLACE CON EL ÍNDICE

3.2.5. Visita al Templo de los Mil Espejos:

De cómo vivir puede ser una historia interminable...

Teresa y Raimon comieron en casa de Miquel Àngel y Mónica. Una ensalada deliciosa, con pasas y nueces, queso de cabra y salsa vinagreta, de primero, y mero rebozado con patata hervida de acompañamiento, de segundo. De postre Teresa quiso probar la cuajada: ¡deliciosa!
Durante la comida Teresa preguntó si en Goig eran vegetarianos, si no probaban la carne. Le explicaron que si no la comían no era por no querer, era porqué no había. Los granjeros que criaban animales lo hacían para aprovechar lo que en vida les podían dar: leche, huevos, lana… Ellos se negaban a matar para comer, y cómo nunca llegó a Goig nadie que quisiera ser carnicero, pues no comían carne…
Los anfitriones eran una pareja ya cuarentona muy entretenida y acogedora. Tenían tres hijas, pero no las conocieron pues se quedaban a comer en la Llar de Vida. Después de comer hicieron el café en el jardín y, echados sin complejos en la hierba, estuvieron bromeando sobre las mil y una falacias y enredos que en Nunca Jamás se daban.
Ya eran casi las cinco cuando Raimon miró a Teresa y la invitó a marchar…

- El Templo abre de cinco a siete. Deberíamos irnos.

Tras despedirse de sus amigos partieron para la siguiente visita.
El Templo de Gaudi estaba en las afueras del pueblo, tocando al río. Era un edificio de una sola planta, aunque con una altura de piso considerable, de forma ovalada y, cómo no, blanco…
Entraron tras traspasar un gran portal de madera tallada que se abría en uno de los extremos del óvalo. Una habitación muy grande les aguardaba. En las paredes grandes estanterías llenas de libros. En el centro largos bancos donde la gente se había sentado para leer… ¿Para leer? El ambiente que se respiraba era… ¿cultural? Teresa no lo vió claro…

-Y eso es… ¿La biblioteca?
- No, cariño, esto es el cementerio de Gaudi.
-Pero…
-Ya sé. Ven, siéntate en el banco y yo te traeré un par de libros para que entiendas…

Teresa se sentó. Mas que extrañada se sentía…extraña. Empezaba a percibir que iba a tener una tarde emocionalmente movida.
Pablo llegó con los tomos, pues más que libros parecían enciclopedias, y se sentó a su lado, muy pegadito. Sin mostrarle aun nada empezó a hablar:

- En Goig respetamos todas las religiones, todas. Tú puedes ser ateo, católico, protestante, musulmán, budista… De la misma manera no hay una idea preestablecida sobre lo que puede haber más allá de la vida: cada cual es libre de tener al respecto las creencias que quiera, o necesite…
Hay un precepto que sí compartimos todos: la vida que nos toca vivir aquí no puede ser tomada como un simple paso. Aunque sea una partícula, una minúscula célula en la inmensidad del océano del tiempo, cada vida tiene un valor trascendente y, por supuesto, muy valioso. Nuestro caminar por la vida no sólo deja huellas allá donde habitamos o viajamos. Si sabemos caminar descalzos por las incontables sendas que el amor ofrece sabremos dejar tantos surcos que nada ni nadie podrá ya seguir navegando sin tenernos presentes. Imperecederos, eternos, perpetuos, perennes… Una vida bien labrada, cultivada y regada nos planta con raíces muy profundas en la tierra, en las cosas y en las personas que tuvieron la suerte de disfrutarnos. Nos clavamos en el recuerdo, en la forma de ser, de reír, de llorar, de pensar, de amar, de cantar, de soñar de tantas personas. Y nos perpetuamos, si supimos vivir cerca de ella, en la naturaleza: en el río que bañó nuestros pies, en el mar que inundó nuestros juegos, en la hierba que no pisamos y en la que sí, en la flor que respetamos y en la que nos impregnó de su olor, en la brisa que rozó nuestra piel para robar nuestra fragancia, en… tantas cosas.
Vivir puede ser la más gran aventura, una historia interminable, un precioso cuento sin final. Pensar que una vida termina con la muerte es primitivo y totalmente injusto. No desaparece el sol cuando se hace de noche, no murieron las estrellas que estallaron hace millones de años, no deja de existir el viento cuando las hojas están quietas, no perece el río cuando la mar lo acoge…
Cuando un corazón deja de latir el amor que contiene vuela agradecido al hogar de sus receptores, la sangre reposa quieta y recuerda uno a uno cada gesto, movimiento, baile… El cerebro descansa su pensamiento y lo eleva hasta el último sueño. Los ojos apagan su brillo pero no quieren ni podrán borrar esa mirada que supieron regalar. La boca guarda sus palabras, las que ya no dirá, pero consciente de que lo más importante y esencial ya fue dicho, y prevalecerá para siempre… Los labios se cierran, sí, pero en su interior guardaran la presencia de tantos besos…Las manos, Dios, ¿cuantas remembranzas pueden acoger unas manos que han sabido amar? ¿Cuántos pasos se llevarán consigo los pies? ¿Habrá una sola célula que marche vacía? ¿La piel? La piel dormirá arropada en el recuerdo de la última caricia…

Raimon se dio cuenta que Teresa estaba conmovida…

- ¿Te he entristecido?
- Al contrario… Es tan hermoso lo que cuentas…
- Entonces, continuo…

El sentido de una vida no viene medido por su largura… El valor del vivir se mesura en la intensidad y no en el tiempo. En la infancia acumulamos unos tesoros de incalculable valía. A partir de allí podemos aprovecharlos para asentar una vida rica y provechosa en lo esencial o enterrarlos y elegir luchar para obtener una vida rica en lo superfluo e inútil. Aquellos que optamos por lo primero nos convertimos en una estrella más en el Universo de la Humanidad… Los que optan por lo segundo terminan siendo un agujero negro.
Hay más vida en un beso que en un millón de euros, hay más vida en un te quiero que en dos mil noches de sexo impersonal… Ser millonario en el banco monetario te puede dar caprichos y regalar lujos. Ser millonario en amor, ilusión, bondad, esperanzas, …, te puede dar la gloria, te puede regalar la eternidad…
Un cuerpo no muere. Si ha sabido conectar vida, pensamiento, obra, corazón y alma se traslada a otra dimensión. Comienza un viaje diferente, pero lo hace cargado, muy cargado de presentes… Para despedirse, para agradecer lo recibido y a la vez dejar su estampa, nos deja su amor y su alma. Y no es poco. Para aquellos que debamos despedirlo eso es un tesoro que da sentido a la vida, tanto a la que viaja como a la que permanece. En homenaje a ese tesoro inconmensurable en el cementerio guardamos estos Libros de Vida.

Y entonces Raimon abrió uno de los tomos, el que parecía más antiguo…

- Mira, este es de una mujer que murió hace 150 años. Entonces no existían fotografías, pero engancharon ilustraciones y textos sacados de sus diarios. ¿Te gusta?
- Es precioso.
- Y este otro es reciente… ¿Ves? Fotos, textos y, fíjate, huele, pusieron hasta su perfume…
- Es maravilloso. Y… Ahora me sabe mal preguntar…
- ¿Y el cuerpo? En Goig lo despedimos en la Cala de l’Hora del Adéus, que significa Hora de los Adioses. El cuerpo es incinerado en la arena, mientras los presentes cantan las canciones más queridas por el viajero. Luego la familia y los amigos más próximos parten en un barco para, ya sabes, lanzar las cenizas en alta mar.
Aquí creemos así que, cada vez que vuelve la brisa de sus viajes marineros, puede traer una fibra, una brizna de algún ser querido.

CONTINUA

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